Una tarea sin duda difícil que demanda gran entrenamiento pero que
nunca es tarde para realizar con éxito, aunque cuanto más temprano se
empiece, antes se conseguirán resultados satisfactorios.
Lo importante es que se comprenda que se estudia para saber, y no
para aprobar un examen, dar una lección o pasar de curso, pues eso será
un saber precario e improductivo a futuro; sino para modificar de tal
modo la estructura cognitiva que nos permita que el nuevo conocimiento
incorporado se integre a los anteriores y nos permita recuperarlo en el
largo plazo, y utilizarlo en situaciones diferentes a la actual para
resolver otros problemas. En palabras simples: lo que llamamos entender
lo que estudiamos y no repetir como un loro.
Para ello debemos leer primero todo el texto para saber de qué se
trata, y luego párrafo por párrafo para identificar las ideas
principales de las secundarias. Lo importante conviene subrayarlo, resaltarlo o copiarlo en otra hoja, para luego hacer un resumen.
Una vez resumido el texto podemos hacer un cuadro sinóptico o mapa conceptual que nos deje verlo con más claridad y en un golpe visual, estableciendo relaciones entre las diferentes partes.
Si hay un tema similar ya dado o expuesto en el mismo texto nos
conviene realizar un mapa comparativo, y para finalizar podemos
reescribirlo con nuestras palabras (parafrasearlo) a modo de síntesis,
sacando conclusiones críticas.
Estudiar así insume al principio más tiempo que leer y repetir hasta
que la memoria a corto plazo sea capaz de recordarlo, pero en este
último caso el poco tiempo insumido será totalmente inútil, pues al poco
tiempo ni siquiera recordaremos el título del tema. De la otra manera
se consolidará como base para futuros aprendizajes, y cuanto más
ejercitemos esta manera comprensiva de aprender, más fácil y rápido lo
haremos, además de ser la única posible en caso de tener que estudiar
textos muy largos.