La atención es la capacidad de concentración espontánea o voluntaria
de la conciencia en un objeto externo o interno, que la mente percibe
porque motiva o interesa.
Tanto desde el punto de vista espontáneo y automático como en el
sensorio motor, representa un aspecto del funcionamiento de la
conciencia más que una actividad particular.
Una vez que la tensión psicológica va introduciendo más orden y va
logrando diferenciar los fenómenos, la atención ya no se puede separar
del afecto que la anima, o sea que se verá estimulada, estrictamente,
por la motivación y el interés.
La conciencia de los fenómenos se sostiene por fuerzas afectivas que pueden asegurar o comprometer el orden y la claridad.
Los trastornos de la atención y de la concentración representan la
dispersión de la atención espontánea, o bien, la falta de eficacia de
la atención voluntaria, porque le resulta imposible mantener el
pensamiento en el ámbito central del campo de integración y elaboración
mental, que es donde se realiza la operación de diferenciar
analíticamente todos los elementos de un fenómeno.
En ciertos casos, este trastorno perturba la posibilidad de cambio, de variación y el flujo de la ideación.
Para evaluar estos problemas de atención, habitualmente se utiliza
una batería de tests, y además se realizan otras pruebas y la
observación clínica.
Estos métodos se deben combinar para descubrir esta discapacidad, que
suele ser frecuente en estados de confusión mental y en las demencias y
para orientar y confirmar el resultado del diagnóstico de las lesiones
orgánicas.
La atención se puede mejorar realizando tareas que exijan concentración y que además resulten placenteras para el sujeto.
Las investigaciones sobre este tema indican que en circunstancias
normales, no se puede fijar la atención más de veinte minutos, además,
del hecho de que de todo lo que se percibe y experimenta, sólo se puede
recordar conscientemente alrededor de un veinte por ciento.
En algunas situaciones, mantener la atención requiere un esfuerzo
significativo, por ejemplo, en conferencias que resultan tediosas y
monótonas, en clases universitarias y también del secundario que no
logran, por distintos motivos, despertar el interés de los oyentes y de
los alumnos.
Existen algunas técnicas para que tanto los profesores o los
oradores, puedan obtener una mejor atención de los alumnos o del
público:
- Respetar los descansos y no prolongar las exposiciones más del tiempo prudente recomendado.
- Matizar las clases con ejemplos relacionados con la actualidad;
- Incentivar a los alumnos u oyentes a realizar preguntas o hacerles preguntas relacionadas con lo que están enseñando;
- Incluir diseños, gráficos o bien imágenes, diapositivas o videos,
ya que la percepción gráfica ayuda a prestar atención y a registrar en
la memoria mucho más que un extenso y aburrido monólogo;
- Hablar con matices y no en forma monótona, repitiendo y poniendo énfasis en lo que es esencial.
- Aprender a ser elocuente, que significa adquirir la capacidad de
mantener el interés del público mediante una forma de hablar que
deleite, convenza, impresione y conmueva y que además logre despertar la
curiosidad del que escucha.
También existen técnicas para que el oyente pueda prestar más
atención, cuando la disertación se convierte en algo monótono que hace
que la mente divague:
- Tomar apuntes de los conceptos esenciales, ya que esta tarea exige
realizar una operación más compleja que la atención, como es la
abstracción. De esta manera la persona puede mantenerse alerta,
favorecer el registro de los contenidos o evitar ser invadida por sus
propios pensamientos.
- Participar haciendo preguntas sobre lo que no se entiende y además sirve para aclarar las dudas.
- Involucrarse en los temas que se están tratando y tomar una
posición, adoptando una actitud crítica e intentando ver otros aspectos
que no se han tenido en cuenta, o que se ignoran, para poder sostener
determinadas formas de pensar.
-Comprometiéndose, porque si no hay compromiso, disminuye el interés, la motivación y es imposible prestar atención.
Fuente: “Tratado de Psiquiatría”, Henry Ey, P. Bernard y Ch. Brisset.