Trabajar y estudiar son dos actividades que pueden compatibilizarse
si se logra un buen planeamiento del tiempo, y siempre que una y otra
actividad no requiera de dedicación exclusiva. Con un trabajo de ocho
horas diarias o un colegio con doble escolaridad o una carrera
universitaria de régimen de cursadas intensivo, esta intención
difícilmente podrá cumplirse o concluirá por agotar a quien lo haga, con
consecuencias en su salud física y mental.
En la escolaridad primaria (especialmente) y en la universitaria es
deseable que el alumno se dedique solo a estudiar, salvo que se trate de
pequeños trabajos en empresas familiares o de conocidos; o cuando se
necesite imperiosamente la colaboración económica del menor para ayudar a
sostener la economía familiar. Sin embargo, en este último caso, es
preferible tratar de obtener alguna beca que permita solo estudiar, ya
que en muchos casos, la necesidad de trabajar es una de las causas del
ausentismo o peor aún, de la deserción escolar.
En niveles superiores, el trabajo que acompaña a los estudios, es, en
muchos casos, muy útil, siempre que se relacione con lo que se está
estudiando, y quede tiempo para esto último. Para un estudiante de
Derecho, es interesante realizar prácticas en un estudio jurídico, como
para un estudiante de Economía hacerlo en un estudio contable, o para un
alumno de Medicina concurrir a efectuar prácticas a un hospital, entre
otros casos. Si bien es probable, que la carrera demore más tiempo del
que determina el plan de estudios, se estará estudiando de modo más significativo,
en contacto con la futura práctica profesional que ayudará a evaluar si
se trata de verdadera vocación; además lógicamente de permitir mayor
independencia económica.