La ciencia ha descubierto ahora, que el corazón piensa y tiene neuronas.
Hay gente que vive a la defensiva para no sufrir. El sufrimiento es
parte de esta vida y no se puede evitar, porque todo ser humano tiene
sentimientos y su propio mundo de significados los afecta.
El miedo a la pérdida es el que impide relacionarse mejor. Un
encuentro que llega a sorprender, con alguien diferente que produce
placer y que hace latir el corazón más rápido, puede ser la vivencia que
se estaba esperando, no obstante, aunque la soledad sea la única
compañía, antes de entregarse de lleno a esa experiencia comienza a
levantarse la barrera automática que se ha creado ante cualquier señal
de peligro y se adopta la postura clásica del no compromiso.
Negarse a comprometerse no representa solamente una actitud egoísta
de no querer compartir la vida con nadie porque es más cómodo, sino que
también tiene un significado psicológico con raíces más profundas; es el
miedo a sufrir.
Ni bien dos personas se encuentran, cada una de las dos comienza a
especular y a tratar de bucear en el intrincado interior del otro para
conocerlo y entonces así poder desplegar toda la gama de artilugios para
conquistarlo y si es posible dominarlo.
Pocos son los que se dejan llevar pasivamente frente a un fenómeno
tan común y difícil como es la relación de pareja y se atreven a ser
como son.
La química del primer encuentro no es casual, porque no somos sólo
seres materiales sino también sociales y espirituales, atributos que no
sólo están relacionados sino que conforman una unidad armónica, por lo
tanto, lo natural tendría que ser que la persona total, tal como es,
provoque la misma atracción.
Sin embargo, el fenómeno actual es que las personas estén disociadas,
y tampoco se comprometan consigo mismos ni con valores, porque viven en
un permanente relativismo, reflejando una apariencia que no concuerda
con su forma de pensar, de hacer o de decir.
Es difícil imaginar cómo es verdaderamente una persona así y es imposible llegar a conocerla.
Toda relación es un vínculo que para que llegue a ser profundo
necesariamente tiene que basarse en la sinceridad y la honestidad.
La sinceridad y la honestidad son valores que trascienden lo
circunstancial, porque forman parte del código ético necesario para
vivir en una sociedad y para precisamente evitar el sufrimiento.
El amor es la emoción primera, ya que por amor nacemos y la vida sin amor por temor está incompleta.
Y no me estoy refiriendo solamente al amor de pareja; porque el amor es la forma más perfecta de comunicación con los otros.