Dalí es conocido por sus impactantes y oníricas imágenes surrealistas. Sus habilidades pictóricas se suelen atribuir a la influencia y admiración por el arte renacentista. También fue un experto dibujante.2 3 Los recursos plásticos dalinianos también abordaron el cine, la escultura y la fotografía,
lo cual le condujo a numerosas colaboraciones con otros artistas
audiovisuales. Tuvo la habilidad de forjar un estilo marcadamente
personal y reconocible, que en realidad era muy ecléctico y que «vampirizó» innovaciones ajenas. Una de sus obras más célebres es La persistencia de la memoria, el famoso cuadro de los «relojes blandos», realizado en 1931.
Como artista extremadamente imaginativo, manifestó una notable tendencia al narcisismo y la megalomanía,
cuyo objeto era atraer la atención pública. Esta conducta irritaba a
quienes apreciaban su arte y justificaba a sus críticos, que rechazaban
sus conductas excéntricas como un reclamo publicitario ocasionalmente
más llamativo que su producción artística.4
Dalí atribuía su «amor por todo lo que es dorado y resulta excesivo, su
pasión por el lujo y su amor por la moda oriental» a un autoproclamado
«linaje arábigo»,5 que remontaba sus raíces a los tiempos de la dominación árabe de la península ibérica.
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Tras un lento aprendizaje en su tierra natal, en el ámbito estilístico del barroco tardío y las estampas devotas, viaja a Italia en 1770, donde traba contacto con el incipiente neoclasicismo, que adopta cuando marcha a Madrid a mediados de esa década, junto con un pintoresquismo costumbrista rococó derivado de su nuevo trabajo como pintor de cartones para los tapices de la manufactura real de Santa Bárbara. El magisterio en esta actividad y en otras relacionadas con la pintura de corte lo imponía Mengs, y el pintor español más reputado era Francisco Bayeu, que fue cuñado de Goya.
Una grave enfermedad que le aqueja en 1793
le lleva a acercarse a una pintura más creativa y original, que expresa
temáticas menos amables que los modelos que había pintado para la
decoración de los palacios reales. Una serie de cuadritos en hojalata, a
los que él mismo denomina de capricho e invención, inician la fase
madura de la obra del artista y la transición hacia la estética
romántica.
Además, su obra refleja el convulso periodo histórico en que vive, particularmente la Guerra de la Independencia, de la que la serie de estampas de Los desastres de la guerra
es casi un reportaje moderno de las atrocidades cometidas y componen
una visión exenta de heroísmo donde las víctimas son siempre los
individuos de cualquier clase y condición.
Gran popularidad tiene su Maja desnuda,
en parte favorecida por la polémica generada en torno a la identidad de
la bella retratada. De comienzos del siglo XIX datan también otros
retratos que emprenden el camino hacia el nuevo arte burgués. Al final
del conflicto hispano-francés pinta dos grandes cuadros a propósito de
los sucesos del levantamiento del dos de mayo de 1808, que sientan un precedente tanto estético como temático para el cuadro de historia, que no solo comenta sucesos próximos a la realidad que vive el artista, sino que alcanza un mensaje universal.
Pero su obra culminante es la serie de pinturas al óleo sobre el muro
seco con que decoró su casa de campo (la Quinta del Sordo), las Pinturas negras. En ellas Goya anticipa la pintura contemporánea y los variados movimientos de vanguardia que marcarían el siglo XX.
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