Mientras en el mundo existe la extrema pobreza, hay una sociedad
opulenta en Occidente que está enferma. De ella surge el hombre de
plástico, expresión fiel del materialismo y el individualismo, sin moral
ni valores.
El objetivo principal de su vida es el bienestar, por lo tanto su
modo de vida se centra en el consumo y la búsqueda del placer sin
compromisos.
Es un hombre hueco, con diplomas e información pero sin sabiduría, superficial, frívolo e indiferente.
No tiene convicciones firmes porque no tiene un marco de referencia
válido, ni ideología, porque le complace ir a la deriva con un solo
interés, la moda y su comodidad.
El dinero le basta para que los demás lo tengan en cuenta apoyándose sólo en la máscara que lo libera de los vínculos sinceros.
El hombre de plástico se dobla pero no se rompe; porque transita siempre por el medio sin riesgos.
Este nuevo tipo de personalidad no se crea espontáneamente sino que
es producto de una sociedad que prioriza al dinero y anula la dimensión
afectiva y espiritual del hombre.
El hombre quiere ser libre y en nombre de esa libertad se queda solo y
sin ideales, endiosando lo más oscuro de si mismo, perdiéndose en un
laberinto sin salida y sin objetivos.
Aunque la confusión es su estado natural, renuncian al
cuestionamiento porque es algo que no se puede negociar; y como todo en
su vida es enajenable lo evaden.
Al hombre de plástico no le preocupa la realización personal sino el
placer y el bienestar que le proporciona una especie de felicidad
también de plástico.
En la cúspide del placer que busca está el sexual sin problemas, que
es poco menos que su religión, porque para él no puede haber fidelidades
permanentes porque todo es relativo.
El hombre de plástico no tiene límites porque no tiene valores
absolutos y se maneja sin rumbo fijo, como va el viento y la verdad para
él es lo útil, lo práctico y lo que le otorga beneficio de inmediato.
Su identidad se basa en el traje que usa, la casa que tiene y su auto
último modelo que para él es lo esencial y sus temas de conversación
giran alrededor de la vida ajena, los viajes, los espectáculos y sus
últimas adquisiciones, sin poder ahondar en algo abstracto porque cuanto
mayor es la abundancia de sus recursos menor es su capacidad
espiritual.
Sin duda, el lema del hombre plástico de hoy en día es pasarla bien, sin ánimo de aspirar a ninguna otra cosa.