El arte de la seducción
puede ser para algunos algo espontáneo, pero para la mayoría, que no se
atreve a intentarlo, puede ser algo que se puede aprender.
La palabra mágica parece ser la actitud, o sea estar dispuesto a extraer lo mejor de uno mismo para lograr seducir.
Cuando se está
seguro de sí mismo no existen los obstáculos y esa seguridad se expresa con la actitud.
Los expertos en relaciones públicas, ceremonial e imagen,
afirman que para poder transmitir quiénes realmente somos se necesita
sobre todo
seguridad,
porque la actitud asertiva lo es todo y trasciende la vestimenta y el
arreglo personal porque también está expresando el modo de encarar la
vida.
Desde Adán y Eva, los hombres y las mujeres comenzaron el ritual de
apareamiento con la mirada y eso todavía no cambió, porque es la mirada
lo que atrae a los sexos más que cualquier otra cosa.
Tener miedo es lo que hace que nos comportemos de manera diferente a
como somos y que no podamos obtener lo que queremos, por eso hay que
aprender a tener coraje y confiar en nosotros mismos.
El lenguaje corporal se aprende y la actitud para enfrentar al otro sexo se desarrolla.
Por lo general son las mujeres las que están mejor dispuestas a
asistir a los talleres que existen en Buenos Aires para aprender el arte
de la seducción.
Los hombres prefieren más que nada vencer la timidez y bajar las defensas para poder arriesgarse a ser más vulnerables.
Sin embargo, las mujeres quieren aprender algo más que seducir a un
hombre; desean elevar su autoestima; y con los resultados poder
enfrentar no sólo al sexo opuesto sino también cualquier situación
social que se les presente que exija saber más de ellas mismas.
En Estados Unidos, Neil Strauss, escritor y periodista, un hombre
común que creía tener escaso atractivo personal para las mujeres, se
convirtió en un maestro de la seducción y escribió el libro “El método”.
Para muchos “El método” fue la tabla de salvación, porque les dio la
oportunidad de conocer todas las estrategias para tener éxito con las
mujeres.
Strauss que habitualmente escribe críticas de música en “The New York
Time” y en la revista “Rolling Stone”; tiene un pasado de fracasos que
no se cansa de recordar, cuando acostumbraba a rezar todas las noches
para pedirle a Dios no morir virgen.
Pero aprendió a bailar y a cantar, hizo un curso de retórica, estudió
Tarot y caligrafía y memorizó varias escenas de cine clásico.
Así fue que Strauss se transformó en todo un depredador que aconseja a
los inexpertos sobre qué es lo que les interesa a las mujeres y que no.
Para un hombre, la conquista es más difícil porque no puede fracasar,
sin embargo las chicas creen que para ellos es más fácil; sin embargo
se equivocan, porque la realidad es que la mayoría de los hombres tiene
mucho miedo.
Tanto es así que para muchos la homosexualidad fue la excusa para evitar enfrentarse con el otro sexo.
Los talleres de seducción apuestan a las salidas en grupo y a los
hombres les exigen abordar a cien mujeres por mes de algún modo, para
adquirir el hábito y perderles el miedo.
La época más favorable para relacionarse es el verano, que es cuando
se puede estar más relajado y más dispuesto a buscar pareja; y la playa
es el lugar ideal.
Lo más interesante de todo esto es que no es necesario mentir, porque la mejor manera de seducir es siendo uno mismo.
Strauss se convenció que no era necesario
cambiar
nada de su físico, porque se dio cuenta que la verdadera belleza es
algo que no se ve sino que se percibe, se siente, se transmite y sobre
todo trasciende la edad.
Es la naturalidad y la honestidad lo que mejor funciona y tener bien claro lo que uno quiere sin importarnos el qué dirán.
La espontaneidad es la clave y eso no se aprende, simplemente es atreverse a ser quien uno es y dejar de compararse con otros.
Lo importante es no generar falsas expectativas y observar
atentamente las señales que emite el otro sin avasallar ni presionar.
Fuente: “LNR”; “Todo por seducirte”; Fabiana Scherer; O1/2011.
http://psicologia.laguia2000.com/la-sexualidad/el-arte-de-la-seduccion