Muchas de las cosas que aprendemos no lo hacemos en forma deliberada
ni aplicamos ninguna técnica precisa, porque ocurre sin darnos cuenta.
Aprendemos a hablar y a caminar sin tener ese propósito, y somos
capaces de aplicar el mismo mecanismo de aprendizaje para adquirir el
conocimiento de distintas habilidades, sin proponérnoslo.
En Psicología este tipo de aprendizaje se denomina “implícito”, o sea
la capacidad de aprender sin prestar atención y sin intención, en forma
inconsciente.
No todo el aprendizaje se puede adquirir en forma implícita, pero la
pregunta que surge en forma inmediata es hasta qué punto se podrían
adquirir conocimientos de esta forma.
En algunas cuestiones nos comportamos como si estuviéramos pre programados para aprender sin ningún método o regla.
Recuerdo que cuando estaba en la escuela primaria y tenía que
resolver los primeros problemas matemáticos, podía llegar a saber el
resultado rápidamente sin realizar el razonamiento que exigía la
maestra.
En ese momento, para ella, esta habilidad no tenía ningún valor,
porque supuestamente tenía que lograr la solución de los problemas
mediante la estrategia de la lógica explícita.
Ahora, es diferente, y se investiga sobre estas capacidades espontáneas que podemos tener todos en el área del aprendizaje.
Para comprobar estas hipótesis, los investigadores someten a
voluntarios a una tarea específica relacionada con un conocimiento en
particular y se observan las estrategias que utilizan para resolverla.
Si la persona no puede explicar cómo hizo para dar con la solución se
puede inferir que se trata de un aprendizaje inconsciente, realizado en
forma automática y que hizo posible la adquisición de un conocimiento.
Las investigaciones sobre aprendizaje nos demuestran que la intención
de aprender es un factor clave para adquirir conocimientos, que se
puede incentivar cuando las reglas son claras y fáciles de entender.
Estudios realizados parecen mostrar que el aprendizaje consciente y
el inconsciente se producen mediante sistemas cognitivos diferentes.
Por ejemplo, la adquisición de destrezas físicas como por ejemplo,
jugar al golf, revelan que el aprendizaje inconsciente se produce aún
estando prestando atención a otra cosa.
En una época de mi vida me dediqué a aprender a jugar al golf. Mi
profesor, un acreditado profesional del golf, me decía que antes de
pegarle a la pelota en forma consciente, tenía que imaginar la secuencia
de movimientos perfectos y recién luego hacer el movimiento sin pensar
en ello, si quería lograr un mejor tiro.
Esta estrategia exige tener confianza en que esta forma de actuar da
mejores resultados que el movimiento deliberado siguiendo instrucciones,
y efectivamente podía lograr mejores tiros visualizando de antemano la
acción.
El aprendizaje implícito tiene la ventaja de no apoyarse en supuestos
(si hago una cosa ocurrirá la otra), que es el modo de lograr objetivos
por medio del ensayo y error; porque no hay intención de aprender y
tampoco hay expectativas, porque la orientación del aprendizaje la dan
las cualidades superficiales del objeto.
El aprendizaje inconsciente, por sus mismas características de ser un
proceso que aparentemente no ha empleado ninguna estrategia de acción,
no permite ser aprovechado para ser utilizado en otra área del saber.
Sin embargo, las investigaciones parecen indicar que sí existen
estrategias en el aprendizaje implícito y que éstas pueden ser similares
a las que existen para el aprendizaje consciente.
Investigaciones realizadas en 1998 en la Universidad Carnegie Mellon,
sobre problemas matemáticos, demostraron que los niños también podían
aprender estrategias matemáticas de manera inconsciente.
Estos niños elegían la estrategia más abreviada sin poder explicar
por qué lo hacían. Lo mismo que mi propia experiencia en la escuela
primaria.
Fuente: Revista “Investigación y Ciencia”, nota de Ralph Schumacher,
filósofo y director de proyectos del Centro de Etología del Instituto
Politécnico de Zuric; y Elsbeth Stern, catedrática de psicología a cargo
del área de aprendizaje de la misma institución.