La meditación es algo difícil de enseñar porque se podría decir que
cada persona puede hacerlo a su manera. Puede significar dejar que
aparezcan los pensamientos y observarlos, sin intervenir, sin intentar
reflexionar sobre ellos, como quien mira a través de la ventanilla de un
tren; o puede consistir en rezar o también en dejar fluir la mente
tratando de no pensar en nada.
Hay un lugar, entre los pensamientos donde no hay nada. Introducirse en él es el comienzo para encontrarse con uno mismo.
Se recomienda hacer la meditación sentado cómodamente. No es
aconsejable la posición acostado porque nos podemos dormir y es
importante estar consciente durante el proceso, porque algunas veces
podemos recibir mensajes simbólicos que podemos interpretar para nuestro
beneficio.
La constancia es indispensable y si hay enfermedad o tristeza, la
meditación permite llegar a un punto de estabilidad y paz interior.
Se recomienda meditar todos los días al menos una vez. Es algo
agradable y vale la pena hacerlo, es como un baño de oxígeno y de mente
positiva.
Si se ha alcanzado el estado de relajación, entrar en el estado de
meditación es muy natural. En este estado, el tiempo deja de ser
importante, pareciera que dejara de existir o marchara a un ritmo
diferente. Los asuntos cotidianos dejan de ser importantes y los
problemas también. Se logra un estado de bienestar y se percibe el
mundo desde una perspectiva más universal.
Visualice su cuerpo y la forma en que está sentado, preste atención
a todos los sonidos cercanos y luego a los lejanos, sea consciente de
ese momento prestando atención a su respiración normal.
Normalmente la meditación ayuda a armonizar el cuerpo, dando salud
y equilibrio. Son importantes los ejercicios de visualización
relacionados con la respiración. Cuando se aspira el aire es
conveniente imaginar que entra la pureza hasta el último rincón de
nuestras células, y cuando se exhala, se puede visualizar cómo las
impurezas abandonan el cuerpo.
La meditación es un excelente mecanismo para elevarse a una
dimensión superior independientemente de cualquier religión. El campo
espiritual es el que más libertad y paz interior da, porque nos libera
del temor a la muerte, no porque se ignore, sino porque se llega a
comprenderla y se entiende que no sólo somos materia sino algo más que
es eterno fuera del espacio y del tiempo.
Meditando no sólo nos mejoramos a nosotros mismos sino que este
bienestar se extenderá a nuestro alrededor produciendo beneficios a los
demás. Los problemas no desaparecerán pero nuestra percepción será
diferente y más rápidamente aprenderemos de ellos para seguir adelante.
La meditación es una técnica milenaria de origen oriental, aunque en todas las religiones también se practica.
La cultura occidental, competitiva, consumidora, racionalista y
materialista, donde casi no queda lugar para el desarrollo espiritual,
se siente inclinada a observar estas prácticas en un intento por
liberarse de la confusión de la sociedad en que vive.
Todas las religiones tienen muchas cosas en común, sólo que esta
cultura está disociada, la religión es una cosa y la vida otra. El
hombre está fragmentado, sus pensamientos no coinciden con sus hechos y
no concuerdan con lo que dice.
Esta paradoja convierte a la sociedad en un caos donde el individualismo predomina.
El mundo sólo puede cambiar cuando cada individuo cambie desde adentro. La verdadera revolución es la interior.