Esta técnica milenaria está siendo utilizada en Occidente como una herramienta eficaz para lograr la paz interior y ayudar a recuperar el equilibrio.
Concentrarse significa pensar en una sola cosa cuando todos
sabemos que lo usual es, no sólo pensar en varias cosas a la vez sino
también hacer varias cosas al mismo tiempo.
Estas antiguas técnicas resultan muy difíciles para la cultura
occidental, que hace un culto de la rapidez, lo superficial, lo
inmediato, lo superfluo.
Volverse sobre sí mismo puede ayudarnos a rescatar a ese Ser que
somos y que permanece ahogado e intoxicado. Significa tener la
suficiente fuerza para discriminar entre lo que el afuera muestra como
deseable y valioso pero también intrascendente e inaccesible, para
aventurarse a ver lo que está al alcance y no se aprecia.
La vida en las grandes ciudades, representa para los individuos una constante amenaza para su control y desarrollo.
El anonimato, la frustración, las exigencias, las presiones, el
ruido, la soledad y la competencia son situaciones a las que la mayoría
de las personas no pueden adaptarse reflejándose esta dificultad en su
salud física y mental.
Actualmente, lo moderado ha dejado lugar al exceso, exceso de estimulación, de información, de trabajo, de placer, etc.
Así como las contradicciones culturales y sociales
han producido pérdida de valores también es una realidad la pérdida de
la espiritualidad, de las tradiciones, de la fe y de los hábitos
naturales.
En su lugar, sólo queda el culto al cuerpo y a los objetos.
Todo se hace para lograr obtener cosas materiales y la persona va
desapareciendo detrás del personaje formado por el término medio, el
standard, la mayoría anónima.
Los resultados son caricaturas sin identidad que tienen el mismo estilo de ser, de pensar, de figurar, de hablar y de actuar.
Toda esa energía gastada en actividad productiva que no refleja la
propia creatividad sino lo que el medio demanda caprichosamente, de
acuerdo a los resultados de las investigaciones de mercado, va dejando a
la persona vacía y hueca como títeres sin alma.
Una técnica efectiva para aprender a concentrar la atención
consiste en adoptar una posición cómoda y luego de relajarse de cabeza a
pies físicamente, tratar de observar detenidamente la llama de una
vela. Luego, cerrando los ojos, hay que imaginar esa imagen de luz que
fluye y tratar de fundirse en ella.
Algunos consiguen concentrarse pensando en otros objetos, como
flores, nubes o paisajes relajantes muy iluminados, y se imaginan en
ellos, fundiéndose y transformándose en ellos.
Otra técnica eficaz consiste en concentrarse en la propia respiración normal.
El pensamiento tiende a escapar hacia otros aspectos que inquietan
y que fluyen espontáneamente, por lo que se hace necesario volver al
principio cuantas veces sea necesario hasta que por fin se logre la
concentración, cada vez por más tiempo.
Rechazar los pensamientos no es recomendable, sólo hay que observarlos y dejarlos ir sin involucrarse en ellos.
Una vez que se aprende a concentrar la mente en un solo
pensamiento, se puede observar que se adquiere el poder del control
mental.
Esta técnica mejora la atención y como consecuencia también la memoria y es muy valiosa como técnica de aprendizaje tanto para mejorar la concentración como para estimular el desarrollo intelectual y la creatividad.
Así, podemos llegar a pensar lo que queremos y no someternos a
pensamientos que no deseamos, presionados por circunstancias externas.
Esto también nos permite concentrarnos en el presente, ese fugaz
momento tan importante, del que la mayoría de las veces no tenemos
conciencia porque estamos pensando en el pasado o porque nos estamos
preocupando por el futuro.
El aquí y ahora es la verdadera aventura, pero no estamos ni
disponibles ni atentos obsesionados por nuestras agendas y nuestros
planes.
Lo que se presenta, lo que encontramos y no lo que buscamos, es lo
real y concreto, y es lo que se ofrece a la medida de cada uno.
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