Osho nos dice que la vida es un don y todo lo valioso de la vida
también, como el amor, la felicidad, la meditación y lo bello que
existe.
Por esta razón hay que estar abierto a ello, porque todo se puede esperar pero no lograr con esfuerzo.
Es inútil esforzarse para amar, ser feliz o meditar, porque es el esfuerzo mismo el que destruye todo y conduce a lo contrario.
Por ejemplo, si no podemos dormir es inútil esforzarse para conciliar
el sueño, solamente cuando nos relajamos nos quedamos dormidos.
Si queremos dormir no tenemos que hacer nada, solamente esperamos que
el sueño llegue a nosotros sin hacer nada, dejándonos llevar hasta
perder el control totalmente; porque es cuando abandonamos el control
cuando nos dormimos.
Osho afirma que el 99% de las personas que sufren de insomnio no
tienen ningún problema orgánico, son ellas las que crean este problema.
La felicidad no se puede buscar, se logra de manera indirecta, porque
la naturaleza no se apura ni se preocupa como nosotros y Dios tampoco,
porque Dios tiene una paciencia infinita.
Los bebés necesitan nueve meses para nacer, las flores y los pájaros se toman su tiempo, no tienen prisa alguna.
Ser feliz es estar en armonía con la existencia, es estar vivo, es estar en estado de meditación.
Las personas creen que ser feliz es llegar a la meta, pero cuando la alcanzan no son felices y hasta pierden las esperanzas.
Los pobres no pierden las esperanzas, pero los ricos sí se
desesperan; y si no están desesperanzados es porque todavía no son lo
suficientemente ricos.
Osho cuenta que conoció un anciano que siempre estaba descontento y
de mal humor. Era alguien que se lo pasaba criticando; y sabemos que
los críticos siempre sufren porque todo les parece mal. Es que las
mentes negativas viven buscando la felicidad y se esfuerzan para estar
satisfechos y entonces fracasan.
Este anciano tenía reflejado en su rostro toda la amargura de su
vida; pero un día todo cambió repentinamente y comenzó a ser una persona
distinta; fue el día de su cumpleaños, cuando cumplió sesenta años.
Nadie lo podía creer, de modo que todos le preguntaban qué es lo que le había pasado.
No le había pasado nada, sólo que se dio cuenta que había intentado
durante sesenta años encontrar la felicidad a toda costa y no lo había
logrado; y decidió ese mismo día prescindir de ella, no preocuparse más
por eso y simplemente vivir; y desde entonces se sentía más feliz que
nunca.
La búsqueda de la felicidad genera infelicidad, dice Osho, y cuando
te olvidas de ella, de pronto te sorprendes porque te sientes feliz.
La felicidad está al alcance de la mano y no la vemos y el deseo de
ser feliz crea tensión. Sólo cuando nos relajamos podemos ser felices.
Cuando estamos relajados somos más sensibles, más flexibles y nos desapegamos de las cosas.
En todas las cosas esenciales no creadas por el hombre hay que estar
relajado y no pensar en nada; entonces es cuando todo comienza a
ocurrir.
No hay que hacer nada para ser feliz, porque ya hemos hecho demasiado para no serlo.
La actitud de desapego crea bendiciones infinitas y hasta nos puede convertir en budas.
La existencia nos brinda dones que no se pueden conquistar, porque para lograrlos hay que rendirse.
La vida nos da en forma infinita, pero hay que tener una actitud de desapego y no hacer ningún esfuerzo.
Hay que dejar que la vida fluya, no forzarla, porque no se obtiene
nada valioso haciéndolo; y si no haces nada, obtienes todo lo bello, lo
sagrado, lo divino.
Fuente: “El hombre que amaba las gaviotas y otros relatos”, Osho.
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