Hipócrates decía que dentro de nosotros hay un poder curativo natural que es la mayor fuerza que existe para curarse.
Todo lo que atrae nuestra atención crece, de manera que si prestamos
atención a situaciones o emociones negativas, éstas ocuparán más lugar
en nuestra conciencia.
Estos fragmentos de negatividad que se van acumulando en la
conciencia son los que nos enferman y los que producen estados de
ansiedad y depresión que parecen no tener ningún motivo.
Esta inquietud interior nos hace sentir desamparados y no nos permite utilizar las energías en forma más adecuada.
Sólo cuando la atención logra enfocarse en algo que tenga significado
para nosotros, es cuando favorecemos la creación de salud.
Son los objetivos personales los que motivan a las personas a vivir,
tener una familia, ejercer con vocación una profesión o tener proyectos.
Esa es la manera de vivir que el cuerpo necesita para responder con
vitalidad; y si cambiamos los contenidos negativos de nuestra conciencia
volvemos a recuperar la energía perdida.
Es común que la gente que tiene proyectos, cualquiera que sean, se
levante a la mañana con ánimo, dispuesta a llevarlos a cabo; en cambio,
personas que se empeñan en sentir que han fracasado, o que han perdido a
un ser querido, o que están a punto de jubilarse y que han estado
siempre aferrados a su trabajo, se enfermen o caigan en una depresión.
Una meta a largo plazo, como una misma ocupación toda la vida, puede
poner a una persona en una situación muy vulnerable, porque su
conciencia es estrecha y parece no tener lugar para otra cosa. Sin
embargo, la vida es como un río caudaloso y muy ancho y el estado óptimo
de atención es mucho más grande que cualquier objetivo único.
Estos estados de atención plena, abiertos a todas las posibilidades,
no son afectados por ninguna circunstancia ni los agitan las crisis,
porque crean serenidad y tranquilidad interna.
Cuando prestamos atención tanto al descanso reparador como a la
actividad, la conciencia se equilibra y permanece íntegra y vital.
Las personas que gozan de este equilibrio tienen un aspecto
diferente, son comprensivas y profundamente tranquilas y poniendo su
atención sobre alguien logran relajarlo, porque irradian una calma
cercana a la sabiduría.
Esto es lo que se necesita para crear salud y se denomina conciencia de si mismo.
El que haya logrado en alguna oportunidad ese estado, aunque sea por
breve tiempo, o que haya experimentado la cercanía de alguien que lo
haya experimentado, sabe que es algo que no se puede comparar con nada
ni tiene precio.
Todos los valores mundanos, como el dinero o el físico, dejan de
tener importancia, porque el autoconocimiento sólo da lugar a cosas
positivas sin ningún esfuerzo, sin luchar, sólo dejando que la vida las
haga posibles.
Otra forma de prestar atención a nuestros pensamientos negativos es
tratando de resistirnos en oponernos a ellos, porque es inútil pelear
con ellos.
Krishnamurti nos dice que el hecho de ser conscientes de nuestra
torpeza nos libera de ella, porque nos obliga a prestar atención, a
estar alerta y dejar de ser torpes; en cambio si uno se resiste, cada
día será peor.
Ser inteligente no es ser erudito, ni astuto ni muy listo, sólo se es
inteligente cuando se ven las cosas como son sin crear conflictos al
percibirlos (me gusta no me gusta, lo acepto no lo acepto).
La atención más poderosa es la pura e inocente, esta atención permite que la vida fluya y crea salud.
Estamos a acostumbrados a funcionar mecánicamente, atados a planes fijos y nuestra verdadera inteligencia no puede operar.
Esta forma de vivir nos hace estar desatentos y nuestra verdadera naturaleza no nos puede ayudar.
Una atención tranquila no puede coexistir con emociones negativas,
como la ira, el miedo, la preocupación, la ambición, la culpa, la
ansiedad, la intolerancia o la depresión.
Es inútil enfrentar y pelear contra la negatividad, sólo hay que dejar de prestarle atención y desaparecerá como por encanto.
Fuente:”Cómo crear salud”, Deepak Chopra.
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