Aprender
a vivir más despacio requiere tiempo, para disfrutar más del presente y
poder adquirir el hábito de saborear cada momento como si fuera el
último.
Aunque la lentitud tenga mala prensa y ponga nerviosos a muchos, les
propongo la aventura de engrosar las filas de los que se atreven a
desafiar a los que se apuran, reduciendo la velocidad de los movimientos
y de la marcha en forma consciente y permitirse el lujo de permanecer
tranquilos aún en medio del caos más absoluto.
Comiencen por negarse a comer comida rápida y a probar comida lenta
hecha en casa, con productos frescos y de estación, más variada y más
sabrosa, porque se pueden distinguir cada uno de los sabores y no sabe
todo a lo mismo, como la comida chatarra.
Aminoren la velocidad cuando manejan, no compitan con los demás que
circulan, recuerden que no tienen nada que probar a nadie y menos a
gente que no conocen.
Manejar a la velocidad permitida ahorra combustible, es más seguro y
mantiene la serenidad en las calles. No sean como esos que van haciendo
zig zag, eludiendo autos como si se tratara de una carrera de
obstáculos, solamente para llegar antes al próximo semáforo.
Hablen más despacio y elijan el vocabulario para poder expresar sus
ideas con más claridad y de la mejor manera; e intenten escuchar con
atención lo que dicen los otros porque se aprende más escuchando que
hablando.
No piensen en lo que va a contestar cuando están escuchando a su
interlocutor, porque pueden no entender lo que está diciendo y que su
contestación no sea pertinente ni relevante.
Piensen antes de hablar, no se apresuren a hacer una crítica sin
estar seguros o sin haber reflexionado antes; no contesten su celular
cuando están ocupados o cuando están acompañados. Seguramente el que lo
está llamando puede esperar o les puede dejar un mensaje grabado.
Sean más observadores, no dejen que la vida pase a su lado sin que
ustedes se den cuenta, tómense tiempo para mirar con atención todo lo
que los rodea.
No se apuren a juzgar a los demás y traten de recordar antes si ustedes nunca hicieron, pensaron o dijeron alguna vez lo mismo.
Aprendan a observarse antes de discriminar a otros por el color de su
piel, su religión, su condición social, su sexualidad o su cultura,
porque por fuera pueden ser diferentes pero por dentro somos todos
iguales y muchas veces los juicios son la proyección de la propia
sombra.
Prendan el televisor para ver un programa que eligieron antes, no
pierdan el tiempo haciendo zapping porque será inútil, difícilmente
encontrarán algo que les guste y se engancharán con alguna basura barata
que los pondrá de mal humor, ansiosos y hasta les puede provocar un
ataque de pánico.
No se apresuren a reemplazar un aparato electrónico que todavía funciona, respeten el planeta, no hagan más basura.
Deténganse dos veces al día en algún lugar para meditar, fijando la
atención solamente en su respiración, aunque sea sólo quince minutos.
Esta práctica hace descender el nivel de la presión arterial, calma los
nervios, reduce el estrés y produce beneficios en todo el cuerpo.
La paz está dentro de ustedes mismos, no afuera, resérvense un tiempo
para leer algo de calidad, o para jugar con sus hijos o para caminar;
no estén todo el día conectados como si fueran aparatos.
No se dejen llevar por lo que hacen los demás, por esos que se
precipitan, corren y viven apurados; reflexionen y vayan más despacio
sin que les importe lo que los otros piensen.
Vivan el presente, dejen atrás el pasado y no se preocupen por el
futuro. Ustedes tienen la capacidad natural como para sobrellevar
cualquier contingencia con fortaleza y eficacia, confíen en ustedes
mismos, atrévanse a ser diferentes a la mayoría que actúa como autómata.
Texto inspirado en el libro “Elogio de la lentitud”; Carl Honore.