La obesidad es una adicción y es la más difícil de superar porque
sencillamente no podemos dejar de comer y la única manera de revertirla
es aprendiendo a alimentarse con moderación y a discriminar las
emociones que nos llevan a comer en exceso.
El obeso no come porque tenga un apetito voraz sino porque la comida
le sirve para calmar su ansiedad. Por lo tanto, si aprende a alimentarse
en forma equilibrada y ordenada y a distinguir cuándo come porque tiene
hambre y cuándo lo hace para calmar su estado anímico, y puede
controlar su ingesta, bajará de peso y podrá recuperarse.
Como todas las adicciones, la tendencia a la obesidad no se cura
definitivamente, sino que el obeso solo se puede recuperar y volver a su
peso normal, cualquiera sea su edad, siempre que su sobrepeso no sea
extremadamente excesivo que haya provocado otros efectos secundarios
irreversibles.
Según la teoría psicoanalítica, el obeso, como cualquier otro adicto,
ha quedado fijado a una etapa muy temprana de su desarrollo
psicosexual, la etapa de la lactancia, durante la cual la leche materna
era el elemento primordial que proporcionaba la satisfacción de sus
necesidades.
Esta teoría nos dice que cuanto más arcaica es la fijación de un modo
de satisfacción más difícil resulta erradicarla definitivamente del
comportamiento.
Toda adicción encubre una depresión, porque esta enfermedad también
proviene de esa misma etapa narcisista cuando el yo y el pecho materno
forman una unidad y aún el niño no se distingue como individuo separado.
La fijación es el resultado de un trauma durante esa etapa, ya sea
por un exceso de gratificación como por un exceso de frustración.
El obeso en general tiene baja su autoestima porque no puede aceptar su esquema corporal y cuando come se siente culpable.
La cultura en que vivimos agrava la situación de las personas con
exceso de peso, porque valoriza como ideal, la imagen corporal
extremadamente delgada.
Muchos obesos se aferran a la idea que su sobrepeso es hormonal y que
no se debe a su alimentación. Se convencen que comen poco porque no
pueden registrar conscientemente todo lo que en el día se llevan a la
boca.
Un buen recurso para salir de esta negación es anotar todo lo que
comen durante el día, sin omitir absolutamente nada. Suele ser común
cuando lo hacen que se lleven una sorpresa al comprobar la gran cantidad
de calorías que consumieron casi sin darse cuenta.
La mayoría de las personas que son delgadas, tienen la
particularidad que ante cualquier problema en lugar de abrir la heladera
para gratificarse con la comida por su frustración, se les cierra el
estómago y no pueden probar bocado.
Son dos mecanismos de respuesta frente a la frustración, el obeso se la traga y el delgado la escupe.
Evitar la frustración es difícil, porque en la vida las cosas no
siempre suceden como esperamos ya que el desafío de vivir nos obliga a
enfrentar el desaliento, las pérdidas y el dolor.
Para sobrellevar estas vicisitudes cada uno utiliza los recursos que
tiene para poder recuperar el equilibrio y seguir viviendo.
Los más fuertes, aprenden a enfrentar los desafíos de la vida con
creatividad y el dolor de las pérdidas lo transforman en obras; otros se
derrumban ante la adversidad y sólo atinan a buscar gratificaciones
destructivas.
La obesidad se puede revertir, pero no basta con la voluntad, exige
un cambio en la personalidad, una transformación y una nueva forma de
ver la realidad que brinde la posibilidad de encontrar nuevos recursos
para enfrentar la vida.