"¿Puedo poner mi mano en tu rostro?", me pregunta Alun Leppitt.
Leppitt es pastor de una iglesia pentecostal en
Southampton, Inglaterra. Es un hombre corpulento que trabaja como editor
de video para pagar las cuentas, aunque su verdadera pasión es curar a
la gente con el poder de la oración. Yo no estoy enfermo, sólo sufro de
una úlcera bucal molesta, pero él está dispuesto a hacerla desaparecer.
"Ordenamos que esta úlcera en la boca
se vaya en el nombre de Jesús", dice con la palma en mi mejilla.
"Ordenamos que cualquier dolor, infección o trauma desaparezca".
No quiero decepcionar a Leppitt, pero no siento ninguna diferencia. Intenta dos veces más y no hay cambios.
En todo caso, las úlceras bucales no son
importantes para él, pues no le interesan los pequeños efectos
psicosomáticos. Con su esposa Donna me cuentan de una mujer que tuvo un
hijo a pesar de haberse sometido a una histerectomía y de personas con
cáncer avanzado que de repente se mejoran después de rezar.
Ian Andrew, otro sanador, me habla de una mujer que obtuvo un nuevo corazón gracias a la oración.
-Literalmente, ¿un nuevo corazón?
-Sí.
-¿Y qué le pasó al anterior?
-Fue reemplazado.
Estas afirmaciones son inverosímiles en todos
los sentidos. Pero en el mundo de la sanidad pentecostal nadie se
preocupa por eso. De hecho, mientras más imposible sea el milagro (usan
el término sin ninguna vergüenza), mejor, porque la difusión del mensaje
es más efectiva.
Efecto placebo
Curas milagrosas
El proceso de convertir a alguien en
santo se llama canonización. En la Iglesia católica, al menos dos
milagros deben ser atribuidos al candidato a santo.
En 1986, a la hematóloga atea Jacalyn Duffin se le pidió analizar algunas muestras de médula ósea de un paciente con leucemia agresiva.
Ella pensó que el paciente había muerto y que su experiencia estaba siendo utilizada para presentar una demanda contra un médico o un hospital. No tenía idea de sus investigaciones le ayudarían al Vaticano a canonizar a la primera santa nacida en Canadá: Marguerite d'Youville.
En 1986, a la hematóloga atea Jacalyn Duffin se le pidió analizar algunas muestras de médula ósea de un paciente con leucemia agresiva.
Ella pensó que el paciente había muerto y que su experiencia estaba siendo utilizada para presentar una demanda contra un médico o un hospital. No tenía idea de sus investigaciones le ayudarían al Vaticano a canonizar a la primera santa nacida en Canadá: Marguerite d'Youville.
Alun y Donna Leppitt son miembros de una
comunidad mundial de cristianos evangélicos llamada Global Awakening. En
países como Mozambique y Brasil, los misionarios suman devotos a su
religión con despliegues espectaculares que prometen sanar con oración.
Según ellos, en las grandes reuniones que
realizan al aire libre son capaces de curar la ceguera y la sordera,
entre otras discapacidades.
Ha habido intentos de medir el efecto de la oración.
Una profesora de estudios religiosos, Candy
Gunther Brown, hizo una investigación en Mozambique en la que utilizó un
audiómetro portátil y encontró que había una diferencia entre la
capacidad de oír antes y después de las oraciones. Lo que no se supo es
si la mejoría perduraba, pues los aldeanos generalmente desaparecen en
la noche tras una sesión de oración. De modo que todo podría tratarse de
un efecto placebo: del poder de la sugestión en lugar del de la
oración.
Saber o no saber
Si se quisiera medir si la oración cura por sí
sola, sin el poder de la sugestión, habría que asegurarse de que la
persona enferma no sepa que hay otros orando por su mejoría.
En 1988, Randolph Byrd hizo un experimento con
pacientes enfermos del corazón en el Hospital General de San Francisco.
Se oró por uno de los dos grupos y a ese le fue mejor. Los críticos, sin
embargo, señalaron que pudo ser una casualidad y se mostraron
escépticos frente a la metodología.
Cuando, en otro estudio, se le comunicó a un
grupo de pacientes del corazón que había gente rezando por ellos,
empeoraron en lugar de mejorar. Presuntamente porque les preocupaba que
se recurría a Dios era porque las cosas estaban muy mal.
Por otro lado, un estudio publicado en el
Journal of Reproductive Medicine parecía mostrar que las mujeres que
reciben tratamiento de fertilidad eran más propensas a concebir si
alguien oraba por ellas. El resultado era llamativo pero luego resultó
que uno de los tres autores del documento negó haber tenido algo que ver
con el experimento y otro era un parapsicólogo que fue encarcelado por
fraude financiero. De modo que el documento fue retirado de la página
web de la revista.
Cuando existen estudios contradictorios como
estos, los investigadores suelen hacer un metaanálisis en el que
combinan todos los estudios en un intento por obtener una imagen más
clara.
Los académicos que conforman la Cochrane
Collaboration se especializan en el metaanálisis y hace unos años
revisaron estudios sobre el poder de la oración.
La autora principal del metaanálisis fue Leanne
Roberts, que en ese momento era administradora del grupo, aunque
planeaba convertirse en vicaria y ahora es tesorera de la catedral de
Southwark, en Londres. Roberts no halló ningún efecto claro de la
oración, pero no estaba dispuesta a afirmar que era médicamente inútil.
La sanación no lo es todo
Para los creyentes, nada de esto es importante. A
ellos no les interesan los pequeños efectos con significado
estadístico; quieren milagros grandes y llamativos. Y la sanación no lo
es todo. Los miembros de Global Awakening también dicen que en su boca
han aparecido milagrosamente dientes de oro, que gemas preciosas se han
materializado en las sesiones de oración y que incluso han presenciado
resurrecciones.
Tyler Johnson dirige un ministerio llamado Dead
Raising Team (el equipo que resucita a los muertos) en Estados Unidos.
Él asegura que le ha devuelto la vida a varias personas. Incluso afirma
que convenció a las autoridades para que le emitieran una identificación
oficial que le permitiera tener acceso a los lugares donde han ocurrido
accidentes automovilísticos.
Johnson aparece en un documental llamado
"Deadraisers", que sigue a los entusiastas a hospitales y morgues
mientras tratan de resucitar muertos. Las víctimas, sin embargo,
permanecen inmutables.
Johnson se muestra renuente a ofrecer ejemplos
de casos exitosos. Y, en general, la evidencia que los creyentes citan
es poco convincente. Por ejemplo, hay un cardiólogo estadounidense que
supuestamente trajo de vuelta a la vida con la oración a un paciente que
sufrió de un ataque al corazón. Pero como también usó un desfibrilador,
para otros médicos la historia no tiene nada de especial.
Alun y Donna tampoco han tenido éxito con la
resurección. El año pasado, el hermano de Donna murió de un ataque al
corazón. En el momento en que llegaron a la morgue, llevaba ocho horas
muerto. Oraron por él durante casi una hora y, aunque en un momento
creyeron ver que se movía, no consiguieron nada más.
¿Eso los desanima? "No, en absoluto", dice Alun.
"La práctica hace al maestro", añade Donna. "En este país, usualmente
no tenemos acceso a los cadáveres".
Se necesita mucho para sacudir la fe de Alun y
Donna. El propio Alun tiene problemas médicos graves. Fue diagnosticado
con colitis ulcerosa cuando tenía 20 años, fue sometido a una cirugía
mayor, tuvo complicaciones y ahora está en una lista de espera para una
ileostomía.
Él necesita un milagro. Pero hasta el momento, a pesar de la oración, aún no ha llegado.
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