1. Un ambiente incómodo o ruidoso
En la medida que empezamos a dormirnos, nuestro
tono muscular se reduce y las extremidades se empiezan a relajar. Es
posible que nos sintamos somnolientos, pero nuestro cerebro se mantiene
activo. Cualquier incomodidad o ruido puede dificultar el objetivo de
caer rendido.
En la medida que vamos entrando a un sueño
ligero, un área del cerebro llamado tálamo empieza a bloquear el flujo
de información de nuestros sentidos al resto del cerebro. Pero todavía
deja pasar los ruidos que nos pueden despertar.
Tras media hora de sueño ligero, la mayoría de
nosotros entra en un tipo de sueño profundo llamado sueño de onda lenta.
Los cambios en la neuroquímica típica del cerebro con el sueño profundo
hacen que sea más difícil despertarnos.
Pero algunas cosas siempre se pueden filtrar, como que llamen a nuestro nombre en voz alta.
Saltarse cualquier parte del ciclo natural de sueño resulta en una reducción de la calidad y cantidad del descanso.
2. Una rutina irregular
Todos tenemos un reloj corporal que nos indica
cuándo estamos cansados. También ayuda a sincronizar miles de células en
nuestro cuerpo con el ritmo circadiano.
El principal sincronizador de nuestro cuerpo es
la luz. Nuestros ojos reaccionan a la luz y la oscuridad, incluso cuando
los párpados están cerrados.
La luz del día provoca que el cerebro reduzca la
producción de la hormona del sueño, llamada melatonina. Estamos más
alerta y nos despertamos.
Si dormimos menos, ya sea porque nos acostamos
muy tarde o nos levantamos muy temprano, es poco probable obtener todo
el descanso profundo necesario, o el suficiente del paso siguiente: el
MOR, sueño de movimientos oculares rápidos, que es cuando ocurren la
mayoría de los sueños.
3. Estimulantes: café, alcohol, comida
La cafeína es un estimulante que puede
permanecer en nuestro sistema durante muchas horas. Las bebidas ricas en
cafeína hacen que sea más difícil dormir, lo que puede resultar en más
tiempo en las etapas de sueño liviano, con menos sueño profundo.
Por su parte, con frecuencia el alcohol nos hace roncar, dificultando la respiración y nos deja más inquietos.
Etapas del sueño
El sueño es esencial para mantener
los niveles normales de las capacidades cognitivas como el habla, la
memoria y el pensamiento flexible. También juega un papel significativo
en el desarrollo del cerebro.
Cada 60-100 minutos pasamos por un ciclo de cuatro etapas:
Etapa1: Es la somnolencia, un estado de relajación entre estar despierto y dormido.
Etapa 2: Es un período de sueño ligero donde las pulsaciones bajan y la temperatura del cuerpo disminuye, preparándolo todo para el sueño profundo.
Etapa 3 y 4: Es el sueño profundo del que es muy difícil despertarse porque hay la cantidad más pequeña de actividad cerebral y corporal.
Después del sueño profundo volvemos a la etapa 2 donde entramos en el sueño MOR (movimiento ocular rápido) que es donde ocurren los sueños.
Cada 60-100 minutos pasamos por un ciclo de cuatro etapas:
Etapa1: Es la somnolencia, un estado de relajación entre estar despierto y dormido.
Etapa 2: Es un período de sueño ligero donde las pulsaciones bajan y la temperatura del cuerpo disminuye, preparándolo todo para el sueño profundo.
Etapa 3 y 4: Es el sueño profundo del que es muy difícil despertarse porque hay la cantidad más pequeña de actividad cerebral y corporal.
Después del sueño profundo volvemos a la etapa 2 donde entramos en el sueño MOR (movimiento ocular rápido) que es donde ocurren los sueños.
Si bien en un principio el alcohol puede ayudar a
dormir, el exceso puede interrumpir el sueño. Mucho alcohol cerca de la
hora de acostarse significa que uno salta directo al sueño profundo,
perdiéndonos de las también necesarias primeras fases del sueño.
En la medida que el alcohol empieza a
desaparecer, nuestro cuerpo sale del sueño profundo y entra al MOR, del
cual es más fácil despertar.
Durante una noche, con frecuencia tenemos seis o
siete ciclos de MOR, que nos dejan sintiéndonos frescos. Sin embargo,
una noche de tragos significa que sólo tendremos uno o dos, lo que hace
que nos despertemos sintiéndonos cansados.
Los alimentos que contienen un químico llamado
tiramina (algunos ejemplos son la tocineta, el queso, nueces y vino
tinto) pueden mantenernos despiertos durante la noche.
La tiramina causa la liberación de
noradrenalina, un estimulante del cerebro. Los carbohidratos como el pan
o la pasta tienen el efecto opuesto; activan la liberación de la
hormona serotonina, que nos hace somnolientos.
4. La temperatura de cuerpo errada
La temperatura del cuerpo baja cuando dormimos.
Se controla por nuestro reloj corporal -el cual empieza abriendo los
vasos sanguíneos de las manos, cara y pies- para ir perdiendo calor en
la medida que nos acercamos a la hora de dormir.
Pero si nuestra habitación o cama están muy
calientes, nuestro cuerpo no puede perder calor. Lo que llevaría a la
agitación e incomodidad.
La temperatura del cuerpo sólo debe disminuir
medio grado de la que tenemos durante el día. Si baja mucho, entonces
nos agitamos.
5. Una mente ocupada
El estrés es el enemigo del descanso. En la
cama, nuestra mente queda libre para divagar, y sentir ansiedad por no
estar haciendo suficientes horas de sueño sólo empeorará las cosas.
En estos estados las personas tienden a perder
la sensación del tiempo. Puedes dormirte y despertar y seguir sintiendo
que no has dormido nada. Esto puede resultar en un sueño fragmentado,
con menos tiempo para pasar en los estados de descanso profundo.
Los expertos del sueño recomiendan levantarse y
hacer una actividad que distraiga tu mente de las preocupaciones, como
un rompecabezas, antes de intentar dormir otra vez.
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