A partir del análisis de más de 25.000 personas, descubrí que los
hombres que alcanzan el éxito de una forma destacada, raras veces lo
hacen antes de cumplir los cuarenta años, y muy a menudo no
emprenden su verdadero paso hasta mucho más allá de los cincuenta.
Este hecho me resultó tan sorprendente que me impulsó a revisar su
causa con mayor cuidado.
Ese estudio puso de manifiesto el hecho de que la razón principal
por la que la gran mayoría de los hombres que tienen éxito no
empiezan a alcanzarlo antes de los cuarenta o de los cincuenta años
es debida a su tendencia a disipar sus energías a través de una
excesiva complacencia en la expresión física de la emoción del sexo.
La mayoría de los hombres nunca aprende que la urgencia del sexo
tiene otras posibilidades que transcienden con mucho en importancia
de la simple expresión física. A la mayoría les viene este
descubrimiento después de haber despilfarrado muchos años, en un
período en el que la energía sexual se encuentra en su punto más
alto, antes de los cuarenta y cinco o los cincuenta años.
Habitualmente, a ese período sigue otro de logros notables.
Las vidas de muchos hombres cercanos a la cuarentena, o que ya la
han dejado atrás, refleja una continuada disipación de energías, que
podrían haber sido dirigidas con mucho más provecho hacia canales
mejores. Extienden de manera alocada sus emociones más exquisitas y
poderosas a los cuatro vientos.
El deseo de expresión sexual es, con gran diferencia, el más fuerte
e impulsor de todas las emociones humanas, y, por esa misma razón,
cuando ese deseo se controla y se transmuta en acción en lugar de en
expresión física, puede elevarle a uno hacia la consecución de
grandes logros.