La Crisis del cuarto de vida es un término aplicado al período
de la vida que sigue después de la adolescencia, usualmente entre los
20 y los 30 años de edad. El concepto proviene de una analogía con la crisis de la mediana edad. En la actualidad, es ampliamente aceptado por terapeutas y profesionales de la salud mental.
Abby Wilner
acuñó la frase en 1997, y es coautora del primer libro que identifica
el fenómeno, publicado en 2001. Varios otros libros han sido escritos en
diversos países desde entonces.
Aspectos emocionales
Son características de esta etapa, las siguientes:
- Sentirse que uno no es suficientemente bueno porque no se puede encontrar un trabajo acorde a la preparación académica o la capacidad intelectual propia.
- Frustración con las relaciones, el mundo laboral y encontrar un trabajo o profesión adecuados.
- Confusión de identidad.
- Inseguridad acerca del futuro inmediato.
- Inseguridad respecto a los logros obtenidos hasta el momento en la vida.
- Reevaluación de las relaciones interpersonales cercanas.
- Desilusión por el trabajo.
- Nostalgia por la vida secundaria.
- Tendencia a tener opiniones más radicales sobre diversos temas.
- Sentirse aburrido de las relaciones sociales.
- Estrés de origen financiero.
- Sentirse solitario.
- Desear tener hijos.
- Tener la idea de que, de alguna manera, a todo mundo le va mejor que a uno mismo.
Tras la educación universitaria el ser humano entra al "mundo real"
después de ingresar en la vida adulta y sus responsabilidades, algunos
individuos se encuentran en un punto donde sus profesiones parecen no
avanzar. Estos sentimientos e inseguridades
no son extraños a estas ni otras edades de la vida adulta. En el
contexto de la Crisis del Cuarto de Vida, sin embargo, ocurren justo
después de que una persona (usualmente con, lo que trae una gran
inseguridad. Esto puede darse luego del primer trabajo serio, o justo al
graduarse de la universidad. Sin importar lo anterior, el mundo real es
más duro, competitivo y menos compasivo de lo que uno se puede haber
imaginado. Y para empeorar las cosas, los títulos universitarios y de
otros tipos, en los que se invirtió tanto tiempo y dinero, sirven de
poco para enfrentar estas situaciones.[cita requerida]
Al ir cediendo los subes-y-bajas emocionales de la adolescencia y universidad, muchos de los que atraviesan esta crisis experimentan un cierto grado de apatía hacia la vida.
Mientras que las interacciones emocionales pueden haber sido intensas
en la secundaria y universidad, donde más o menos todos tienen la misma
edad y las hormonas están muy activas, dichas interacciones se tornan más sutiles y privadas en la vida adulta.[cita requerida]
Nadie (especialmente hombres veinteañeros) quiere admitir sentirse como
un perdedor. Esta frustración secreta intensifica el problema.[cita requerida]
Inclusive, un factor que contribuye a esta crisis es la dificultad
para adaptarse al ambiente laboral. En la universidad, las expectativas
de los profesores eran de conocimiento público (en contraste, a menudo
es difícil llevarse bien con un jefe), y los estudiantes recibían
constante aprobación (o reprobación) acerca de su desempeño en los
cursos de la universidad. Se progresaba de forma semestral (o incluso
cuatrimestral). En cambio, en el trabajo, a menudo un individuo ignora
por completo la opinión de su jefe respecto a su trabajo, o si le cae
bien o mal a sus compañeros de trabajo. No hay una forma automática de
progresar en lo laboral (como era simplemente aprobar un curso en la
universidad). Las políticas de las empresas requieren habilidades
interpersonales que ni siquiera son necesarias en un ambiente
educacional. Los "adultos emergentes" eventualmente aprenden estas
cualidades, pero el proceso (a menudo comparado con el aprendizaje de
una lengua extranjera) es a menudo sumamente estresante.[cita requerida]