Siendo la educación un proceso que consiste en alimentar el cerebro y
el alma, sacando lo mejor que cada individuo tiene dentro de sí mismo,
para elevarlo como persona, compartimos los fines que ya Platón le
asignó a la educación en tanto pretendía formar buenos ciudadanos,
hombres virtuosos y prepararlos para el ejercicio de una profesión.
Actualmente, luego de pasar por instancias donde la educación era más
bien instrucción, y el ser humano debía empaparse de conocimientos
preelaborados que otros le imponían y debía ciegamente repetir bajo un
modelo conductista, volvemos a la vieja filosofía ateniense.
Educar es, ante todo, preparar para la vida, primero en valores, que
la sociedad en que vive califica como positivos, luego en herramientas
prácticas y a posteriori en información.
Actualmente, el contenido del conocimiento puede adquirirse en
amplísimas bibliotecas reales o virtuales, pero lo importante es
aprender a organizar esa información, relacionarla, comprenderla,
criticarla positiva o negativamente, y sacar sus propias conclusiones.
El objetivo principal de la educación formal del presente es que los
alumnos aprendan a pensar, que tomen los valores que se les ofrecen y en
su caso si lo creen correcto, los cuestionen, que se equivoquen y
repiensen sobre sus errores, pues eso es lo que necesitan en la vida,
para sortear los escollos que puedan tener que afrontar.
No solo los que asumirán estudios superiores, deben saber pensar; los
que decidan trabajar deben conocer sus derechos y obligaciones,
interpretar un contrato laboral o comercial, pues la vida de relación
así se los exigirá, y además deben ser buenos ciudadanos, que significa
ni más ni menos, que ser buenas personas, solidarias, comprensivas, con
aceptación de las diferencias, y con decisiones propias.
En una sociedad autoritaria, la educación prepara para la obediencia;
en las actuales sociedades democráticas debe preparar para la libertad,
la autodisciplina y el respeto hacia uno mismo y hacia los demás.
En la taxonomía de Bloom se distinguen los objetivos afectivos, donde
se trata de recepcionar el conocimiento, prestando atención, y dando
luego una respuesta a ese estímulo, que luego es valorado por el
educando, quien lo relaciona, lo critica y lo incorpora en su estructura
cognitiva de acuerdo a su visión particular.
Otro objetivo, en segunda instancia, se centra en la dimensión
psicomotora, desarrollando habilidades manuales y físicas en general.
El último escalón de la taxonomía es la dimensión cognitiva que consiste en aprender a pensar, en forma progresiva.
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