El sentimiento de culpa participa activamente en el desarrollo de la
mayoría de las enfermedades porque se trata, de un sentimiento negativo
que exige reparación.
Una persona se siente culpable cuando no pudo actuar según sus
expectativas y sus propios valores y por esa razón se siente en falta e
imposibilitada de continuar con su vida y seguir creciendo.
Sienten culpa y necesitan castigo porque se ven como las peores
personas empeñadas en sufrir por lo que han hecho, han omitido o han
dicho, sin la capacidad de evaluar objetivamente las situaciones; y sin
darse cuenta que todo aquello por lo que se culpan fue lo único que
pudieron hacer en ese momento de sus vidas.
¿Quién es el dueño de la verdad que nunca se equivoca y hace siempre
lo correcto? ¿Quién es el que está libre de toda culpa? Ninguno, sin
embargo los que pueden seguir viviendo normalmente sus vidas después de
creer que se han equivocado aceptan que no son perfectos, que a veces
sólo hacen lo que pueden, y no lo que creen que deberían haber hecho,
porque es lo único que pudieron hacer en esas circunstancias.
Todo ser humano tiene que amarse y respetarse a si mismo para poder
amar y respetar a los demás. Por esta razón tiene el derecho de
satisfacer sus necesidades físicas, emocionales, intelectuales y
espirituales primero.
Todo aquello que atente contra la libertad de ejercer estos derechos
producirá conflictos difíciles de resolver que producirán culpa y el
deseo de proyectarla en los demás, para evitar asumir que no somos
perfectos.
El que es responsable de sus acciones y no necesita muletas
ocasionales para tomar decisiones, se acepta como es y se perdona y
perdona también a los demás que lo manipularon como un objeto,
La culpa nos permite justificarnos de nuestra inoperancia, porque si
asumimos el papel de víctima nos liberamos de esas cadenas
transfiriéndosela a otros.
Los demás hacen lo mismo con nosotros y nos transfieren sus propias
culpas y su falta de responsabilidad para hacerse cargo de sus propias
vidas.
Las culpas ajenas pueden ser producto de la actitud demandante de los
familiares, que nunca están satisfechos y siempre están exigiendo algo
más, como el pago de un tributo por existir gracias a ellos.
Si tomamos el control de nuestras vidas, ya no habrá culpas, porque
podremos discriminar hasta dónde llega nuestra responsabilidad y donde
comienza la de los demás, y no quedar atados a influencias emocionales
ajenas.
La felicidad se logra cuando sentimos que estamos cumpliendo nuestros
objetivos, pero si nos pasamos la vida tratando de quedar bien con los
demás asumiendo sus responsabilidades nos sentiremos muy desdichados.
Los que se abusan de nosotros emocionalmente, nos hacen sentir culpables por ser felices.
Eso fue lo que me pasó con una persona que creía que era mi amiga;
que cuando le dije que estaba mejor que nunca me preguntó ; cómo podía
sentirme así con la situación grave que vive el país y los problemas que
tiene la gente pobre en estos días.
En el fondo lo que desea este tipo de gente es el sometimiento y lo
que siente por el que no se somete y se atreve a vivir su propia vida es
envidia, por no poder hacer lo mismo.
No es que sean malos, son buenas personas, pero han quedado
condicionados por mandatos antiguos y programados para ser desdichados.
Lo peor de todo es que hagan lo que hagan nunca estarán satisfecha porque nadie ha sufrido como ellos.
La abnegación mal entendida es creer que los demás se merecen más que
nosotros, y eso no es verdad, los otros son nuestros iguales y tenemos
sus mismos derechos.
Ser un mártir no nos garantiza entrar por la puerta grande al cielo,
porque son los últimos, los que son fieles con ellos mismos, los que
entrarán primero.