Básicamente cualquier cambio de conducta puede cambiar a una persona y también brindarle la posibilidad de cambiar su vida, porque después de todo la conducta es casi siempre puro hábito.
¿Por qué es tan difícil cambiar? La mayoría teme perder su
personalidad con los cambios y se esfuerza en mantener una imagen
aunque esa imagen tenga un alto costo tanto para su salud como para su felicidad.
Sin embargo, cambiar es posible, porque se pueden desaprender conductas que enferman para aprender otras más saludables.
El dominio de uno mismo es fundamental, ya que ninguno puede lograr
ser la persona que es si antes no aprende a conquistarse a si mismo,
renunciando a las dependencias y a las necesidades de todo tipo.
Pero todo cambio en un aspecto de la personalidad puede
repercutir negativamente en otro. Por ejemplo, si una persona comienza a
cambiar hábitos alimenticios para regularizar su peso, puede cambiar también su carácter y ponerse agresivo o malhumorado.
Este proceso es normal y significa que se está transitando la senda correcta para el logro de los objetivos.
No siempre el malhumor o la agresividad tienen que ser mal
entendidos, porque puede indicar que además de alimentarse mal, esa
persona no estaba todo lo cómoda que se imaginaba con sus relaciones y
disimulaba sus emociones en lugar de enfrentar los problemas.
A veces pasamos por alto muchas cosas que creemos que nos merecemos,
porque nuestra autoestima está baja y nos acostumbramos a las
definiciones y al mal trato; y una forma de defenderse es ocultárselo a
uno mismo ignorándolo.
Toda esa acumulación de emociones se convierte en resentimiento que a la vez atrae más y más cosas negativas.
La única
salida rápida y segura es el perdón a uno mismo y a los demás y la
renuncia a la necesidad de las personas generadoras de esas emociones.
Renunciar a la necesidad no significa erradicarlas de nuestra vida,
sino transformarlas en personas que no tienen más influencia sobre
nosotros; porque la base de los problemas las creamos nosotros mismos
con nuestra forma de pensar y de actuar.
Cambiar empieza con la intención, o sea, estando dispuesto a hacerlo.
La intención es todo, porque es la que determina la conducta. No
importa tanto saber qué es lo que tenemos que hacer, sino tener la
intención de hacerlo.
La mente actúa según lo deseamos, porque no es ella la que nos controla sino que somos nosotros los que elegimos los pensamientos y nuestra manera de pensar.
Si prestamos atención nos podemos dar cuenta, en un momento
dado, que si nos desprendemos de los viejos pensamientos y de las
preocupaciones del futuro en ese preciso instante tendremos la
oportunidad de experimentar la verdadera felicidad.
Podemos empezar en este mismo momento aflojando todo el cuerpo,
relajándonos y renunciando a toda emoción negativa, para recuperar así
la paz con nosotros mismos y con la vida, porque definitivamente sólo en
el ahora estamos seguros y a salvo.
El presente es lo único que se puede cambiar, porque el pasado es inmodificable y el futuro una ilusión.
Disfrutemos hoy y despreocupémonos de todo lo viejo que nos ha llevado a adquirir hábitos que nos esclavizan.
Despojemos a los recuerdos de su carga afectiva, porque son solo
recuerdos y no significan nada, porque aquí y ahora pueden suceder otras
cosas diferentes
El perdón soluciona casi todos los problemas y es el mejor modo de
liberarse, porque disuelve el resentimiento y la necesidad de venganza.
Una técnica que ayuda a perdonar es visualizar, en estado de
relajación, una escena en la que están las personas que alguna vez nos
hicieron algún daño, sucediéndoles acontecimientos muy felices, cosas
que deseaban que le ocurriesen y que eran importantes para ellas.
Luego visualícese usted mismo experimentando momentos felices que desea, proyectándose feliz y sonriendo.
Estos ejercicios nos liberan de las cargas emocionales, de la
depresión, del sufrimiento, del temor, de la culpa, del odio y del
resentimiento.
Fuente: “Usted puede sanar su vida”, Louise L. Hay, Ed.Urano, Argentina, 1992