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Friday, August 31, 2012

¿Por qué comemos en exceso, incluso cuando estamos satisfechos? (vidaysalud.com)


A la hora de controlarse con las comidas, no todo es cuestión de fuerza de voluntad. Un grupo de investigadores italianos se dedicó a estudiar este tema y ha encontrado que podrían existir motivos fisiológicos que nos llevan a comer en exceso, aun cuando estemos satisfechos. En este artículo te contamos más detalles sobre este hallazgo.
 
No importa si son dulces, chocolates o bocadillos de crema, ya sean dos o diez, si Guadalupe los tiene al alcance de la vista no puede dejar de comerse todos, aún luego de una cena abundante que la ha dejado satisfecha. A Pablo le pasa algo similar, pero con los bocadillos salados. En general, luego del almuerzo, cuando todos están por servirse el postre, él no puede resistirse y, si es posible, vuelve a repetir el menú principal.

Todos tenemos alimentos preferidos que nos hacen perder la cabeza y ponen en riesgo nuestra dieta. Tanto, que hasta es posible que ni necesites pensar en cuáles son los que siempre se te apetecen, porque sólo basta con pensar en algo sabroso para que te vengan a la cabeza. Y si pudieras comerlos, la tentación sería tan fuerte que no importaría que tuvieras el estómago vacío o lleno. ¿Por qué ocurre eso y por qué comemos en exceso, incluso cuando estamos satisfechos?

Un grupo de investigadores italianos se hizo esta pregunta y se dedicó a investigar la respuesta. Para ello hicieron un pequeño estudio que consideran preliminar (pues sólo consideraron a ocho participantes) pero que ofrece un nuevo punto de vista sobre este tema: independientemente de qué tan “llena” se sienta una persona, si se le atrae con alimentos sabrosos, parecería que el cuerpo está programado para recompensarse comiendo de más.

Lo novedoso es, además, que no solo se trataría de una cuestión de fuerza de voluntad ni de una necesidad “calórica”, sino que habría factores físicos que intervienen en esta decisión. Por ejemplo, ante la tentación, los científicos detectaron un aumento en los niveles de dos compuestos químicos claves: la grelina, una hormona producida en el estómago que ayuda a regular la recompensa y la motivación, y el denominado “2-AG” (2-araquidonilglicerol), que se relaciona con el apetito.

Para llegar a este hallazgo, que fue publicado en la edición de junio de la revista Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism, los investigadores del departamento de psiquiatría de la Universidad SUN de Nápoles en Italia, analizaron a cinco mujeres y a tres hombres sanos de entre 21 a 33 años de edad, que no tenían sobrepeso ni obesidad, ni tampoco conductas problemáticas con la dieta o atracones con la comida.

Cada participante estuvo en dos pruebas de alimentación, con un intervalo de un mes, en las que consumieron un desayuno de 300 calorías (compuesto de 77 por ciento de carbohidratos, 10 por ciento de proteína y 13 por ciento de grasa) y luego debieron calificar su nivel de hambre mientras esperaban que pasara una hora.

Luego, en la primera oportunidad, se les permitió oler o ver durante cinco minutos lo que ya se había establecido que era su comida favorita o una comida que desearían comer incluso después de sentirse llenos. En la segunda prueba, en cambio, luego del desayuno se les ofreció un alimento poco apetitoso, que contenía exactamente los mismos nutrientes y calorías que el alimento sabroso de la primera prueba.

El resultado fue que, a pesar de una sensación general de saciedad tras el desayuno, los participantes dijeron que su impulso por comer y la cantidad que pensaban consumir eran significativamente mayores ante su comida favorita, en comparación con el alimento poco apetitoso.

Además, los investigadores tomaron pruebas sanguíneas que revelaron que, cuando los participantes comían su alimento favorito, los niveles de grelina aumentaban significativamente y permanecían elevados hasta dos horas después. En cambio, tras comer el equivalente nutricional poco apetitoso, los niveles de grelina bajaron progresivamente.

Por su parte, los niveles del compuesto 2-AG se redujeron tras comer tanto la comida favorita como la poco apetitosa, pero siguieron siendo mucho más altos (hasta dos horas más tarde) tras la exposición y el consumo del alimento favorito.

¿Cuál es ese bocadillo que te hace perder la cabeza y olvidarte de la dieta? La próxima vez que lo tengas frente a tus ojos, piensa dos veces antes de entregarte a la tentación (y a las fluctuaciones de las hormonas).

Saturday, April 7, 2012

LA INUTILIDAD DE LA RIQUEZA SIN MUJERES

La mayor fuerza motivadora del hombre es su deseo de agradar a la mujer! El cazador destacado en los tiempos prehistóricos, antes del inicio de la civilización, destacó en su tarea debido a su deseo de aparecer grande ante los ojos de una mujer. La naturaleza del hombre no ha cambiado nada en ese aspecto. El «cazador» de hoy en día no vuelve a casa con pieles de animales salvajes, sino que indica su deseo de obtener el favor de la mujer suministrándole ropas exquisitas, automóviles y riqueza. El hombre experimenta el mismo deseo por agradar a la mujer que experimentaba antes de los albores de la civilización. Lo único que ha cambiado en él es su método de agradar. Los hombres que acumularon grandes fortunas y alcanzaron grandes alturas de poder y fama lo hicieron así para satisfacer, sobre todo, su deseo de agradar a la mujer. Si se sacara a las mujeres de sus vidas, las grandes riquezas serían inútiles para casi todos los hombres. Ese deseo, inherente del hombre, por agradar a la mujer es lo que proporciona a ésta el poder de elevar o de hundir a un hombre.

La mujer que comprende la naturaleza masculina y la atiende con tacto, no tiene por qué sentir temor ante la competencia de otras mujeres. Los hombres pueden ser «gigantes» con una indomable fuerza de voluntad cuando tratan con otros hombres, pero las mujeres que ellos mismos han elegido pueden manejarlos con facilidad.
La mayoría de los hombres no admitirán que las mujeres que prefieren influyen en ellos con gran facilidad, porque una de las características de la naturaleza del hombre consiste en desear ser reconocido como el más fuerte de la especie. Además, la mujer inteligente reconoce esta característica masculina y no la pone en entredicho.

Algunos hombres saben que son influidos por las mujeres de su elección -esposa, amante, madre o hermana; pero se contienen con tacto para no rebelarse contra esa influencia, porque son lo bastante inteligentes como para saber que ningún hombre es feliz ni está completo sin la influencia modificadora de la mujer correcta. El hombre que no reconozca esta importante verdad se priva a sí mismo del poder que ha contribuido, más que cualesquiera otras fuerzas combinadas, a ayudar a los de su género a alcanzar el éxito.

EL ALMACÉN DEL MAGNETISMO PERSONAL

 


Un profesor, que ha entrenado y dirigido los esfuerzos de más de 30.000 vendedores, hizo el asombroso descubrimiento de que los vendedores más eficientes son aquellos que poseen una elevada naturaleza sexual.


La explicación la encontramos en el hecho de que el factor de la personalidad conocido como «magnetismo personal» no es ni más ni menos que energía sexual. Las personas de elevada naturaleza sexual poseen siempre una gran reserva de magnetismo. Esta fuerza vital puede ser utilizada, a través del cultivo y la comprensión de la misma, como un elemento de gran ventaja en las relaciones entre las personas. Es posible comunicar esa energía a los demás a través de los siguientes medios:

 
1. El apretón de manos. El contacto de la mano indica al instante la presencia de magnetismo, o la falta del mismo.

2. El tono de voz. El magnetismo, o la energía sexual, es el factor capaz de colorear la voz, o hacerla musical y encantadora.
3. Postura y porte del cuerpo. Las personas de elevada naturaleza sexual se mueven con energía, gracia y facilidad.
 
4. Las vibraciones de pensamiento. Las personas de elevada naturaleza sexual mezclan la emoción del sexo con sus pensamientos, o pueden hacerlo así a voluntad, y, de ese modo, influyen sobre quienes les rodean.
 
5. Adorno del cuerpo. Las personas de elevada naturaleza sexual suelen ser muy cuidadosas en cuanto a su apariencia física. Suelen seleccionar ropa de un estilo conveniente para su personalidad, figura, complexión, etc.
Cuando contrata a los trabajadores de su sección, el director de ventas más capaz busca como primer requisito de todo vendedor la cualidad del magnetismo personal. Las personas a las que les falta energía sexual nunca llegarán a ser entusiastas, ni inspirarán entusiasmo, y éste es uno de los requisitos más importantes de todo vendedor, sin que importe lo que venda.
El portavoz público, el orador, el predicador, el abogado o el vendedor al que le falte energía sexual es un «pesado» en cuanto a su capacidad para influir sobre los demás se refiere. Si a ello se añade el hecho de que la mayoría de la gente sólo es influible a través de una apelación a sus emociones, comprenderá usted la importancia de la energía sexual como parte de la habilidad innata de un vendedor. Los buenos vendedores lo son porque transmutan, consciente o inconscientemente, la energía del sexo en entusiasmo de ventas. En esta afirmación se puede encontrar una sugerencia muy práctica en cuanto al verdadero significado de lo que es la transmutación sexual.
El vendedor que sabe cómo apartar su mente del tema del sexo y dirigirla hacia el esfuerzo de venta con el mismo entusiasmo y determinación con que la aplicaría a su propósito original, ha adquirido el arte de la transmutación del sexo, tanto si lo sabe como si no. La mayoría de los vendedores que transmutan su energía sexual, lo hacen sin ser en absoluto conscientes de ello, ni de cómo lo están llevando a cabo.
La transmutación de la energía sexual exige más fuerza de voluntad de la que la persona ordinaria dispone para este propósito. Aquellos a quienes les resulta difícil reunir la fuerza de voluntad suficiente para la transmutación, pueden adquirir esta habilidad gradualmente. Aunque eso requiere fuerza de voluntad, la recompensa que se obtiene con esta práctica hace que el esfuerzo valga la pena.

Fuente: Piense y Hágase Rico, Napoleon Hill 
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