Resulta difícil adaptarse creativamente a un contexto social
determinado, cuando sin brindar las suficientes oportunidades exige el
éxito.
Más que tener éxito en la vida es hacer de la propia vida un
éxito, ya que todos sabemos lo infelices que pueden llegar a ser los
famosos.
Pero es difícil detenerse para ver desde un nivel más amplio las
propias posibilidades de desarrollo, cuando nos invaden desde afuera los
modelos de personas supuestamente exitosas que parecería que han
alcanzado todo.
Entonces, se abandona el propio camino y se intenta
desesperadamente recorrer el aparente atractivo camino de otro, que es
diferente.
Atreverse a ser uno mismo significa desarrollar el potencial
independientemente de lo que hacen o dicen los demás, creyendo en esos
proyectos descartados tantas veces por temor al fracaso, sin saber que
los fracasos son oportunidades para aprender.
La vida se parece a un juego de naipes. Hay que jugar con las
cartas que nos tocan y respetar las reglas de juego, teniendo en cuenta
que no siempre gana el que tiene las mejores.
Una persona tiene valor en si misma independientemente de sus
logros porque un ser humano es más que la suma de todo lo que hace.
Ser fiel a sí mismo y hacer lo que es propio, es lo único que
siempre sale bien, sin estar tan pendiente del éxito o la aprobación de
los demás. El proceso es lo importante porque una vez que hemos
conseguido lo que hemos deseado, se hará necesario iniciar algo nuevo.
Un cuento para pensar
Volver a empezar
A los ochenta y tres años, un buen día se dio cuenta que todavía estaba vivo y decidió empezar de nuevo.
Fue un hombre como pocos, dueño de sí mismo, capaz de ir contra la corriente y defender su verdad contra viento y marea.
Se ganó muchos enemigos en su vida por no tener pelos en la lengua
y hablar claro y por hacerlos sentir muy incómodos al moverles esas
estructuras de las cuales algunos estaban tan orgullosos.
Tampoco enajenó su hombría de bien y su honestidad por acomodo,
porque no era su modo de ser quedar bien a cualquier precio en un
ambiente enrarecido por las componendas y los arreglos espurios.
Era considerado una rara mezcla de inteligencia creativa con
desparpajo que desarmaba al mejor parado, capaz de cambiar las reglas de
juego de un día para otro y de desafiar a esa perpetua mediocridad
dominante que después de criticarlo se dedicaba a imitarlo
descaradamente.
Como periodista, no se adhirió a ninguna ideología definida pero
era alguien comprometido con él mismo, un hombre difícil y colérico que a
veces parecía carecer de tacto, esa imprescindible cualidad tan
necesaria en una sociedad donde todos mienten para poder llevarse bien
con el resto.
Le gustaba el teatro, la literatura y toda expresión de arte y esa
exquisita sensibilidad la plasmaba en sus programas de radio con una
voz espléndida y varonil que aún conserva.
Como todos los que nunca quisieron hacer concesiones en su vida,
sufre en este momento de su vida, la venganza de todos aquellos que
todavía conservan su poderío y que no sólo lo ignoran, sino que alguna
vez hasta llegaron a odiarlo por su tenaz rebeldía frente a sus
constantes propuestas mediocres. Por eso, hoy está sin trabajo.
Sin embargo, lejos de perderse en un oscuro laberinto depresivo,
felizmente ha decidido como el ave Fénix renacer de sus propias cenizas,
y como antes, con la misma audacia de siempre, se atrevió a imaginar
algo diferente; una forma de trabajo que no lo obligará a depender de
nadie y que seguramente no sólo será un éxito sino que se convertirá en
la inspiración de otros.
Aprovechando su larga trayectoria y por ser una figura para muchos
tan popular y querida, se dispone a ofrecer sus cualidades de selecto
lector, en los domicilios de quienes deseen convocarlo para deleitarse
con su voz.
Su modo original y perfecto de ganarse la vida en esta nueva
etapa, nos demuestra cómo sólo un hombre como él, con el poder de su
ingenio nuevamente se adapta.
En homenaje al Sr. Hugo Guerrero Martinheitz (El peruano parlanchín).
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