Si mantenemos el ritmo del sueño, del dormir somos dueños.
Dormir es una necesidad fisiológica involuntaria y natural, sin
embargo mucha gente no consigue conciliar el sueño si no es por medio de
pastillas relajantes o hipnóticas.
Aunque el proceso del descanso nocturno es aún un misterio, se
reconoce que el sueño es un proceso de reparación ya que tanto el cuerpo
como la mente se restauran con el buen dormir.
Las mujeres sufren más de insomnio que los hombres en una alta proporción y también ingieren más pastillas para dormir.
Cuando una persona duerme, la química del cuerpo cambia. Esto se ha
comprobado, porque si se le inyecta líquido de la columna vertebral de
un animal que está dormido a otro que está despierto, éste se dormiría
enseguida.
De la misma forma nos despertamos cuando nuestro cerebro segrega las sustancias químicas necesarias.
Si este proceso biológico se cumple normalmente en la forma rítmica natural se logra un sueño reparador.
Las causas más comunes del insomnio son el nerviosismo, la ansiedad y la preocupación.
Es común que el insomnio esté asociado a enfermedades como la depresión o la psicosis maníaco depresiva o trastorno bipolar.
Una de las características de la depresión es despertarse a la madrugada y no poder volver a conciliar el sueño.
Todos los medicamentos para combatir el insomnio producen tolerancia a
la droga de manera que después de un corto tiempo de consumirlos
pierden su efecto.
Estas drogas no permiten dormir normalmente porque privan a la
persona de la faz del sueño MOR, (movimientos oculares rápidos) que en
el proceso del dormir es la etapa en que soñamos, tan necesaria como la
otra llamada no-MOR.
Cuando no podemos dormir puede ser porque nuestros pensamientos
negativos no lo permiten. La preocupación por las cosas que ya
ocurrieron o que creemos que pueden ocurrir nos produce ansiedad y nos
priva del descanso que necesitamos.
La gente que es feliz y no le hace daño a nadie es raro que sufra
insomnio, porque la culpa, la desdicha y la ansiedad son emociones que
no dejan dormir.
Cambiar los patrones de pensamiento negativos por otros positivos y
esperanzados es la primera y mejor manera que tenemos para recuperar el
sueño.
La segunda y eficaz forma de combatir el insomnio exige sintonizar el cuerpo con los ritmos de la naturaleza.
Nuestro cuerpo se guía por ritmos naturales; muchos de los signos
vitales del cuerpo se rigen por los ritmos circadianos, que es el modo
en que los ciclos biológicos se repiten cada veinticuatro horas, entre
ellos el ciclo de sueño/despertar.
Las irregularidades con respecto al reloj biológico interno representan la causa más importante del insomnio.
La pérdida de la sincronización entre un individuo y su medio ambiente natural es un fenómeno de la vida moderna.
Antiguamente la gente se regía por la luz del sol. Cuando oscurecía
se iba a dormir, porque estaba tal vez más cansada, con menos
preocupaciones y además no había luz eléctrica, de manera que la
elección más acertada era irse a la cama.
Restablecer la armonía entre nuestras rutinas cotidianas y los ritmos
naturales de la vida es el factor clave para recuperar el sueño normal.
La hora del ocaso predispone a la relajación y al sueño porque la
misma naturaleza se apacigua y todo se vuelve tranquilo y favorable para
el descanso.
Si nos resistimos a esta influencia ayudaremos a establecer en
nuestro cuerpo un patrón de sueño completamente diferente al natural.
A la diez de la noche el cuerpo está en óptimas condiciones para
dormir de acuerdo al ritmo del sueño. Luego de esa hora comienzan a
actuar otras sustancias químicas que desvelan al sujeto ya que si la
persona permanece levantada, el cuerpo interpreta que hay obstáculos
que no permiten el descanso y como su objetivo es mantener el equilibrio
del sistema segrega la sustancia adecuada para estar despierto.
Si la persona decide no acostarse a esa hora, su sueño posterior será más superficial e inclusive será más difícil de conciliar.
Esforzarse para dormir es una conducta inapropiada porque solamente nos dormimos cuando no pensamos en ello.
Hacer una siesta de media hora es una costumbre muy saludable y tiene
una función muy reparadora, no hay que olvidarse que el que duerme una
siesta amanece dos veces.
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