En la segunda parte de la tercer Conferencia sobre psicoanálisis Freud se propone demostrar el inconsciente, su descubrimiento.
Y decía a ese público americano que Freud consideraba “ávido de saber”, que para conocer el inconsciente teníamos una manera fundamental de abordarlo, a partir del arte de interpretar los sueños.
Es que él les decía a aquellos que querían hacerse psicoanalistas, que tenían que estudiar sus sueños y ser capaces de aceptar lo que la vida onírica proponía a su interpretación.
Y esto considerando la particularidad de lo onírico de ser a la vez, semejante a las alucinaciones de los enfermos mentales, y similar a lo que soñamos en la vida de vigilia…esas ensoñaciones en las que solemos sumergirnos aún estando despiertos.
Pero claro, estando despiertos solemos desprendernos de tales “ilusiones” y las desestimamos tal como el paciente en tratamiento trata a algunas de sus ocurrencias: las quita, las sacude como polvo del abrigo, por ser a veces vergonzosas…
Pero Freud advierte -y es bueno subrayarlo, por las desviaciones que se han producido a partir de esta teoría freudiana de interpretación de los sueños- confiesa que no recurrirá al misticismo para llenar lagunas de su teoría, ya que nunca comprobó que los sueños contengan algo profético. Que eso se trata de algo de otra índole que nada tiene que ver con su propuesta.
Esta propuesta freudiana, la tenemos en esta conferencia de una manera bien sintetizada.
Por un lado, Freud nos conduce a diferenciar el contenido manifiesto del sueño (lo que recordamos al despertar) del contenido latente, que Freud lo asimila al inconsciente. Y le da así al sueño el mismo lugar que el síntoma, si tenemos en cuenta su constitución: es decir, opera la represión. Y aduce una “desfiguración onírica” como resultado del juego de fuerzas opuestas. Así, lo manifiesto del sueño no es más que el sustituto (desfigurado por la represión) de deseos reprimidos, inconsciente.
Tenemos entonces que “los pensamientos inconscientes” son desfigurados por este proceso de “trabajo del sueño”, como resultado de la “escisión”, de la división del aparato psíquico en consciente e inconsciente.
En este trabajo que hace el sueño, podemos estudiar, nos dice Freud allí, los procesos psíquicos inconscientes de “condensación” y “desplazamiento”. Mecanismos que tiene el inconsciente para hacer de ese contenido latente, lo que luego aparece del sueño en nuestra conciencia.
Es demás, en el análisis de los sueños, donde podremos verificar la impronta que han tenido ciertas vivencias de la infancia.
De ahí que exista el prejuicio de los “candidatos” a pacientes de que si visitan a un analista tienen que hablar de su infancia (algo que muchas veces opera como “resistencia” justamente)
Bueno, es que todos los prejuicios que existen sobre el psicoanálisis, parecen resistenciales… ¿lo son?
Será por eso que decimos que no todos tienen que analizarse… Solo aquellos que quieran saber sobre sus síntomas, sobre una causa particular, y poder hacer un recorrido propio para poder hacer con eso.
Como dice Lacan, el pscioanálisis no es una terapia más, un emplasto más; de hecho, dice que si eso fuera, habría que preguntarse por qué hay que imponérselo a alguien, si es de todos los emplastos el más insoportable…
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