Los días grises son
propicios para no querer hacer nada. Pero una cosa es el descanso y otra
muy distinta la flojera, con la cual se pierde la voluntad.
Quedarse en cama, dormir hasta tarde y no querer
hacer nada, son los deseos que nos embargan en la semana, cuando la
rutina y el trabajo agotan nuestra energía.
La añoranza por un
momento de calma sin obligaciones se vuelve una súplica. Entonces,
apenas se lograr tener un momento en calma, el cuerpo se desploma,
literalmente hablando. Esto si se tiene suerte, porque hay quienes ni
siquiera lo logran y su "descanso" proviene sólo de las horas de sueño
que puedan alcanzar.
Sin embargo, cuando la oportunidad de un
tiempo libre se vuelve un comportamiento ilícito y se dejan de lado las
obligaciones por esa necesidad imperante que doblega la voluntad, se les
llama flojera.
¡Uf!, sí. La pereza está en la lista de los pecados capitales o los males del mundo. Así de grave. ¿Por qué tanto?
Tal
vez sea porque la flojera no es una pausa en el camino, ni un estado
tan agradable como se suele describir en el lenguaje coloquial. Carolina
Diomedi, médico de familia (
dradiomedi@gmail.com) lo explica.
"Entras
a un estado de inercia, donde te paralizas, congelas y comienzas a
generar pensamientos derrotistas y no te mueves, es decir, pierdes la
voluntad de hacer lo mejor para ti", señala.
Agrega que la
flojera tiene que ver con sentir una cierta incapacidad por mantener el
control de la vida, donde la rutina diaria termina por invadir y coartar
la energía básica que se tiene para funcionar.
"Hay un desgaste
físico acumulado que provoca esa inmovilidad, porque como no hay
control, los tiempos de recuperación son insuficientes para descansar",
sostiene.
Es decir, se gasta más energía de la que está
disponible y el cuerpo termina pasando la cuenta: la persona se estresa,
cansa y está expuesta a hundirse en la pereza, donde no respondería a
nada ni nadie. Mal.
Otra posturaPara el
psicólogo Raúl Carvajal de Clínica Santa María, la flojera es un
concepto que tiene mala barra porque no se profundiza en las causas de
su aparición.
"Creo que está relacionada con un profundo temor
por quedar expuesto a lo que no quiero hacer, a sobreexigencias que no
tienen sentido para mí en ese momento y que reacciono frente a ese deber
ser", asegura.
Por tanto, la flojera según el psicólogo, sería una vía de escape válida para zafarse del juicio social.
"Hay
mucha gente que deja de hacer cosas por el temor de quedar expuesto al
fracaso y al sentirse incapaz, prefiere pasar por flojo que por
incompetente", afirma.
Pero indica que en esa parálisis, emerge
la culpa por no hacer lo que se debería hacer. "Se pasa pésimo porque no
estás cumpliendo con lo que se espera de uno y eso molesta. Y ni hablar
de cómo entras en conflicto con tu voluntad", sostiene.
Días de invierno
Esta
época del año tampoco ayuda cuando la flojera se apodera de los estados
de ánimo. Y cómo no, sí el invierno es una época donde el ritmo
biológico se altera, ralentizándose. "Hay una necesidad de irse para
adentro, bajar el ritmo y crear espacios más lentos, tranquilos",
comparte Raúl Carvajal.
Por lo que, querer tiempo para descansar y
no hacer nada se vuelve natural, comprensible. Pero, ¿qué se puede
hacer para no caer en la flojera ni dañar a los demás con mis
inacciones?
De acuerdo a los especialistas, lo que salva la
situación es permitirse el espacio para descansar. Hablan de unos
minutos al día, un día, el fin de semana.
"La idea e regalarse
el tiempo para conscientemente romper con mis contradicciones, dejar de
pelear con la flojera y dar el valor al descanso que se merece y te lo
permites", señala el psicólogo.
Habla que es sano asumir que hay
momentos en que no se puede hacer nada y comenta que el doctor Ernest
Lawrence Rossi, médico y psicoterapeuta ericksoniano, aconseja que las
personas cada 90 minutos de trabajo, deberían hacer una pausa de 5
minutos y no hacer nada.
"Es que está comprobado que después de
una hora y media empezamos a bostezar o nos da hambre, se pierde la
concentración y para retenerla se gasta más energía, por eso se
recomienda parar y luego seguir", explica.
Advierte que no es una siesta, sino que permitir que la mente y cuerpo se borren, descansen.
Aprender a descansar
En
ese sentido, la doctora Diomedi de orientación antroposófica,
recomienda no olvidar que el descanso diario debe ser reparador, acorde a
las necesidades y proporcional al esfuerzo que se hace.
Agrega
que lo importante es conectarse con el cuerpo físico y no solo usar las
horas del sueño para recuperarse. Es necesario ir más allá.
"Es
bueno complementar con una alimentación que mejore mi vitalidad, por
ejemplo, incluyendo verduras verdes, frutas, agua y dejar de lado los
hidratos de carbono procesados, el azúcar, las bebidas alcohólicas, que
lo único que hacen es intoxicar el cuerpo y al hígado", afirma.
Invita
también a comer poco si se va a tomar una siesta para que el cuerpo se
regenere y desintoxique con mayor facilidad. Pero ojo, no pasarse en las
horas de sueño.
"Respira profundo y detente, regálate unos
minutos diarios para llevar la atención al sentir el cuerpo sin
distracciones de TV, computador o teléfonos. Y si es posible, date un
baño de tina antes de dormir", incita.
Otra opción para no caer
en la flojera en estos días grises, es optar por el ocio y verlo como un
espacio para la creatividad y recuperación de la chispa que nos da
vida. Tomar ese tiempo como el "vacío fértil", donde pueden surgir
muchas cosas buenas.
Tal vez lo más importante sea el consejo de
ambos de evitar caer en los sobreesfuerzos que tiran para abajo, porque
se practica el autocuidado, hay ánimo y energía para desplegar en las
labores diarias, donde nada se hace cuesta arriba. Al contrario, la
adversidad se mira con otros ojos.