Los
apurados son los que viven a mil kilómetros por hora tratando de ganarle la
carrera al reloj y lograr tachar todo lo que tienen anotado en la agenda. Incluso,
aunque no tengan tareas urgentes que hacer, se inventan ocupaciones porque lo
que les sucede realmente es que no pueden disfrutar del relax, de los espacios
vacíos de actividades ni de las relaciones personales.
Estas
personas siempre están cansadas presionadas e intranquilas; suelen
sufrir de
dolores articulares crónicos, de problemas digestivos, alta presión
arterial y alto nivel de colesterol, están siempre pensando en el
futuro, no prestan atención
a lo que está ocurriendo en el presente y su premura los pone agresivos y
hostiles.
La
filosofía de occidente exige ser eficaz, productivo y rápido en el trabajo y
apurarse también en el hogar para no perder el control, haciendo que el momento
presente no se disfrute porque siempre se está pensando en otra cosa.
De
este modo, la vida de los apurados pasa a su lado casi sin darse cuenta y
sin poder relajarse ni saborear los buenos momentos.
Vivimos
en una sociedad que prioriza el hacer más que el ser y en donde la gente se
enorgullece de hacer dos o tres cosas al mismo tiempo.
Se
desarrolla así la personalidad tipo “A”, que se caracteriza por la
hiperactividad y el comportamiento acelerado para todo, para comer, para
trabajar, para caminar, para pensar, para hacer el amor y hasta para dormir
porque tienden a levantarse temprano y acostarse muy tarde.
Para
la persona hiperactiva, toda actividad
no productiva no tiene valor, porque es ambiciosa y necesita conseguir
resultados. Todo lo que tiene que hacer
es urgente porque no puede esperar, es impaciente, perfeccionista y tiende a
controlar a los demás. Sus movimientos y
su andar son rápidos y hasta su metabolismo es acelerado.
Su
eficacia hace que asuma más responsabilidades de las que le competen,
sobrecargándose de trabajo y de obligaciones que la mantienen ocupada todo el
tiempo.
Las
personas veloces e hiperactivas hablan rápido pero prestan poca atención a lo
que dicen los demás, suelen interrumpir las conversaciones para dar su opinión
y si no pueden intervenir pierden el interés y piensan en otra cosa. Evitan
el descanso, alargan la jornada laboral varias horas, se llevan trabajo a casa
y por lo general no tienen tiempo para tomarse vacaciones.
Están
cansados pero no se dan cuenta porque no prestan atención a las señales de
agotamiento o cansancio.
Las
personas aceleradas son competitivas y para ellas, toda actividad representa un
desafío. Se anticipan a los
acontecimientos y tratan de prevenir todos los posibles contratiempos. Se
alteran fácilmente, principalmente con las personas que no se apuran, son intolerantes, impacientes y muy
exigentes.
Tienen
sus agendas repletas pero no pueden delegar ninguna tarea porque no
confían en
nadie. Cuando manejan, se irritan con los
problemas del tránsito y tocan bocina aunque sea obvio que nadie pueda
avanzar. Nunca pueden dejar de pensar en su trabajo, se sienten
culpables cuando descansan, tienden a planificar más tareas de las que
pueden realizar y se sienten
frustrados si no las cumplen.
Estas
personas hiperactivas tienen hasta tres veces más probabilidades de sufrir un
ataque cardiaco, de padecer enfermedades psicosomáticas, ataques de ansiedad y fobias.
Se puede revertir este modo de ser dejando de actuar en forma automática
y tomando conciencia de la forma en que se comportan, apagando el
celular en las horas de descanso, aprendiendo a disfrutar del tiempo
libre, haciendo meditación y dejando de competir con los otros, porque
la verdadera competencia es con uno mismo,
Malena