1564-1616. Escritor británico.
Los amigos que tienes y cuya amistad ya has puesto a prueba / engánchalos a tu alma con ganchos de acero.
Duda que sean fuego las estrellas, duda que el sol se mueva, duda que la verdad sea mentira, pero no dudes jamás de que te amo.
Si no recuerdas la más ligera locura en que el amor te hizo caer, no has amado.
No temáis a la grandeza; algunos nacen grandes, algunos logran grandeza, a algunos la grandeza les es impuesta y a otros la grandeza les queda grande.
El sabio no se sienta para lamentarse, sino que se pone alegremente a su tarea de reparar el daño hecho.
El amor consuela como el resplandor del sol después de la lluvia.
Es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras.
No tratéis de guiar al que pretende elegir por sí su propio camino.
¡Oh amor poderoso¡ Que a veces hace de una bestia un hombre, y otras, de un hombre una bestia.
En la amistad y en el amor se es más feliz con la ignorancia que con el saber.
De lo que tengo miedo es de tu miedo.
El amor, como ciego que es, impide a los amantes ver las divertidas tonterías que cometen.
El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos.
Las palabras están llenas de falsedad o de arte; la mirada es el lenguaje del corazón.
Un hombre que no se alimenta de sus sueños envejece pronto.
Somos del mismo material del que se tejen los sueños, nuestra pequeña vida está rodeada de sueños.
La mujer es un manjar digno de dioses, cuando no lo cocina el diablo.
No existe nada bueno ni malo; es el pensamiento humano el que lo hace aparecer así.
Me atreveré a todo lo que pueda hacer un hombre. Quien se atreva a más es insensato.
Ser honrado tal como anda el mundo, equivale a ser un hombre escogido entre diez mil.
Hay puñales en las sonrisas de los hombres; cuanto más cercanos son, más sangrientos.
El aprendizaje es un simple apéndice de nosotros mismos; dondequiera que estemos, está también nuestro aprendizaje.
Dueños de sus destinos son los hombres. La culpa, querido Bruto, no está en las estrellas, sino en nuestros vicios.
Excelente cosa es tener la fuerza de un gigante, pero usar de ella como un gigante es propio de un tirano.
Guarda a tu amigo bajo la llave de tu propia vida.
Yo juro que vale más ser de baja condición y codearse alegremente con gentes humildes, que no encontrarse muy encumbrado, con una resplandeciente pesadumbre y llevar una dorada tristeza.
Los cobardes mueren muchas veces antes de su verdadera muerte; los valientes prueban la muerte sólo una vez.
Tan imposible es avivar la lumbre con nieve, como apagar el fuego del amor con palabras.
Cualquiera puede dominar un sufrimiento, excepto el que lo siente.
Anunciad con cien lenguas el mensaje agradable; pero dejad que las malas noticias se revelen por sí solas.
Cuidado con la hoguera que enciendes contra tu enemigo; no sea que te chamusques a ti mismo.
Presta el oído a todos, y a pocos la voz. Oye las censuras de los demás; pero reserva tu propia opinión.
El amor de los jóvenes no esta en el corazón, sino en los ojos.
El amor es un loco tan leal, que en todo cuanto hagáis, sea lo que fuere, no halla mal alguno.
El hombre arruinado lee su condición en los ojos de los demás con tanta rapidez que él mismo siente su caída.
Es más fácil obtener lo que se desea con una sonrisa que con la punta de la espada.
Si todo el año fuese fiesta, divertirse sería más aburrido que trabajar.
Maestro, quisiera saber cómo viven los peces en el mar. Como los hombres en la tierra: los grandes se comen a los pequeños.
Ten más de lo que muestras; habla menos de lo que sabes.
Sea como fuere lo que pienses, creo que es mejor decirlo con buenas palabras.
En nuestros locos intentos, renunciamos a lo que somos por lo que esperamos ser.
Todos aman la vida, pero el hombre valiente y honrado aprecia más el honor.
Lloramos al nacer porque venimos a este inmenso escenario de dementes.
Procurando lo mejor estropeamos a menudo lo que está bien.
La vida es como un cuento relatado por un idiota; un cuento lleno de palabrería y frenesí, que no tiene ningún sentido.
Fragilidad tiene nombre de mujer
No ensucies la fuente donde has apagado tu sed.
No basta levantar al débil, hay que sostenerlo después.
Las improvisaciones son mejores cuando se las prepara.
El amor alivia como la luz del sol tras la lluvia.
La juventud, aun cuando nadie la combata, halla en sí misma su propio enemigo.
Fuertes razones, hacen fuertes acciones.
La brevedad es el alma del ingenio.
El aspecto exterior pregona muchas veces la condición interior del hombre.
El hombre cauto jamás deplora el mal presente; emplea el presente en prevenir las aflicciones futuras.
Prudente padre es el que conoce a su hijo.
Mi corona está en el corazón, no en mi cabeza.
A mayor talento, en la mujer, mayor indocilidad.
La conciencia es la voz del alma; las pasiones, la del cuerpo.
El pasado es un prólogo.
Las maldiciones no van nunca más allá de los labios que las profieren.
La lealtad tiene un corazón tranquilo.
Ocurra lo que ocurra, aún en el día más borrascoso las horas y el tiempo pasan.
El hombre a quien no conmueve el acorde de los sonidos armoniosos, es capaz de toda clase de traiciones, estratagemas y depravaciones.
Nosotros debemos nuestra vida a dios, por eso si se la pagamos hoy, no se la deberemos mañana.
La memoria es el centinela del cerebro.
Mis palabras suben volando, mis pensamientos se quedan aquí abajo; palabras sin pensamientos nunca llegan al cielo.
Quien se eleva demasiado cerca del sol con alas de oro las funde.
Si dos cabalgan en un caballo, uno debe ir detrás.
Ligerezas como el aire son para el celoso fuertes confirmaciones, como un testimonio de las Sagradas Escrituras.
Los viejos desconfían de la juventud porque han sido jóvenes.
Es amor bien pobre el que puede evaluarse.
El cansancio ronca sobre los guijarros; en tanto que la pereza halla dura la almohada de pluma.
Sería muy poco feliz si pudiera decir hasta qué punto lo soy.
La mente del hombre es de mármol; la de la mujer de cera.
Las valiosas presas convierten en ladrones a los hombres honrados.
Si el dinero va delante, todos los caminos se abren.
Los actos contra la naturaleza engendran disturbios contra la naturaleza.
El traje denota muchas veces al hombre.
El que gusta de ser adulado es digno del adulador.
No hay quien sea enteramente inaccesible a la adulación, porque el hombre mismo que manifieste aborrecerla, en alabándole de esto es adulado con placer suyo.
Hasta en la muerte de un pajarillo interviene una providencia irresistible.
Malgasté mi tiempo, ahora el tiempo me malgasta a mí.
El desdichado no tiene otra medicina que la esperanza.
Nada envalentona tanto al pecador como el perdón.
Nuestras dudas son traidores que muchas veces nos hacen perder el bien que podríamos ganar si no temiéramos buscarlo.
Cuando llega la desgracia, nunca viene sola, sino a batallones.
El que muere paga todas sus deudas.
Jamás viene la fortuna a manos llenas, ni concede una gracia que no haga expirar con un revés.
La fortuna llega en algunos barcos que no son guiados.
No hay nada tan común como el deseo de ser elogiado.
En un minuto hay muchos días.
La sangre joven no obedece un viejo mandato.
Asume una virtud si no la tienes
Hasta la propia virtud se convierte en vicio cuando es mal aplicada.
Nadie admira la celeridad, como no sea el negligente.
Las medidas templadas, que equivalen a remedios prudentes, son hartamente nocivas cuando el mal es violento.