Mantener el estrés bajo control es uno de los puntos fundamentales
para estar mejor. Tanto en el trabajo como en el hogar se multiplican
los factores que ayudan a desequilibrarnos. Cómo empezar a cortar con el
problema.
1) Aprendé a detectar los síntomas del estrés. Aminorar
sus efectos negativos es indispensable para un bienestar completo. Si
tenés dolores de cabeza, de espalda, insomnio, apatía, pesadillas y
cambios de humor, podés estar sufriendo de estrés. Consultá a un médico
ya.
2) Alertas. Si tenés una úlcera, caída del cabello,
sarpullidos, constipación, diarrea, anorgasmia o compulsión a comer,
podría ser indicación de que el problema radica en tu mente antes que en
su físico. Visitá a un profesional.
3) Un buen estado físico
ayuda a manejar niveles lógicos de estrés. Una dieta sana, menor consumo
de alcohol, abandonar el cigarrillo, disminuir el café y hacer
ejercicios también colaborarán con tu salud mental.
4) Escuchá
música. En casa, en el trabajo, en el colectivo. La música que
prefieras. Podés llegar un aparato reproductor portátil y poner así un
agradable filtro entre los agresivos ruidos de la “civilización” y tu
cerebro.
5) Programá tus recreos. Así como en el colegio cada 45
minutos nos daban permiso para salir a jugar, como adultos tenemos la
misma necesidad. Interrumpí tus tareas, estirate, distraete. Rendirás
más y mejor.
6) Tomate tu tiempo para comer. Engullir la comida a
grandes bocados no es lo mejor para tu sistema digestivo; tampoco para
tus niveles de estrés.
7) No sobredimensiones las malas noticias.
Todo el mundo tiene problemas, sean afectivos o laborales. Y además,
vivimos en una sociedad muy compleja. Si uno se engancha, dan ganas de
irse a vivir a Marte. La realidad es seria, pero no terrible. Y también
existen las buenas noticias.
8) Viejo proverbio chino. Repetilo:
“Si el problema tiene solución, no tiene sentido preocuparse. Si el
problema no tiene solución, tampoco tiene sentido preocuparse”. Te
ayudará a encontrar más rápido una salida o te permitirá encarar el
asunto desde otra perspectiva, sin pánico.
9) Concedete caprichos.
Cada tanto, un masaje porque sí, un baño de inmersión, la compra de
algo no planificado, una salida espontánea y otras variantes ayudan a
relajar la mente. No se puede vivir siempre con la disciplina de un
monje tibetano. Es estresante.
10) Respirá. Ante situaciones de
estrés, el cuerpo humano reacciona igual que lo hacía hace miles de años
en presencia de un predador: lleva la sangre a los miembros inferiores y
genera una respiración agitada y superficial. Si respirás profundamente
ante un inconveniente, podrás analizarlo con más calma.
11) El
cerebro no es un músculo, pero no está mal entrenarlo. Participá en
juegos que te exijan pensar, leé, disfrutá buen cine, anotate en un
curso de algo que te guste. Un cerebro entrenado tarda más en mostrar
signos de deterioro.
12) Establecé prioridades. Una meta a lograr
es trabajar con inteligencia, utilizando la tecnología, delegando
responsabilidades, con un plan de tareas y de objetivos. Con prioridades
claras nos preocuparemos más por lo que importa y menos por lo
superfluo.
13) El entorno es muy importante. Si bien a veces no
hay más remedio que trabajar ocho horas por día en una oficina sin
ventanas, o el presupuesto alcanza sólo para un dos ambientes con vista
al pozo de luz, siempre queda el recurso de poner una planta, pintar con
colores claros, elegir un cuadro que invite a soñar.
14) Disfrutá
la naturaleza. Un paseo por la playa, un día de campo, una excursión al
parque pueden hacer más por su salud mental que supuestas distracciones
propias de las grandes ciudades, como ir al shopping, hacer cola para
conseguir entradas a un evento multitudinario o tomar café tras café en
un bar con el humo de los colectivos en la nariz.
15) Respetá tus
horarios y programaciones vinculadas a tareas y compromisos, pero sé
flexible si una eventualidad te impide cumplir con lo planeado. La
rigidez extrema sólo ayudará a alterar tu equilibrio mental.
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