El sueño -o su falta- es probablemente el aspecto más discutido sobre
el cuidado del bebé. Los padres primerizos descubren su fundamental
importancia durante las primeras semanas y meses de vida del bebé. La
calidad y la cantidad del sueño de un lactante afectan al bienestar de
toda la familia.
Las peleas que giran alrededor del sueño es muy raro que terminen
cuando el niño pasa de la cuna a la cama. Solo cambian de forma. En vez
de tener que alimentarlo a las 3 de la madrugada, se pasa a las
pesadillas y a las peticiones de agua a media noche.
Entonces, ¿cómo conseguir que su hijo se meta en la
cama a pesar de sus llantos, gritos, tácticas de evasión y súplicas?
¿Cómo debe responder cuando su hijo le despierta a media noche? ¿Y
cuánto necesitan dormir los niños?
¿Cuánto sueño es suficiente?
Todo depende de la edad el niño. Los gráficos que indican las horas
de sueño que suele requerir un lactante o un niño de 2 años pueden
generar dudas y preocupaciones en los padres, al no tener en cuenta las
diferencias individuales. Estas cifras no son más que simples promedios
de grupos extensos de niños de edades concretas.
No existe un número mágico de horas requeridas por todos
los niños de un grupo de edad en concreto. Sarah, de dos años, puede
dormir de 8:00 de la tarde a 8:00 de la mañana, mientras que Johny,
también de dos años, está igual de alerta al día siguiente después de
dormir de 9:00 de la noche a 6:00 de la mañana.
De todos modos, el sueño es muy importante para el bienestar de los
niños. La relación existente entre la falta de sueño y el comportamiento
del niño no siempre es evidente. Cuando un adulto está cansado, puede
estar irritable y/o tener muy poca energía, pero un niño puede volverse
hiperactivo, antipático y presentar comportamientos extremos.
La mayoría de necesidades de sueño caen dentro de un margen
predecible de horas según la edad del niño, pero cada niño es un ser
único con sus propias y específicas necesidades de sueño.
He aquí algunas cifras aproximadas de horas de sueño en función de la
edad, acompañadas de tácticas para favorecer el sueño adaptadas a cada
grupo de edad.
Bebés (hasta los 6 meses)
No existe una fórmula para el sueño en los recién nacidos porque sus
relojes internos todavía no están completamente desarrollados. Por lo
general, duermen o dormitan de 16 a 20 horas al día, divididas por igual
entre el día y la noche.
Los padres deben despertar a sus recién nacidos cada 3 o 4 horas
hasta que se estabilice su ganancia de peso, lo que suele ocurrir
aproximadamente a las dos semanas del nacimiento. A partir de ese
momento, no pasa nada si un bebé duerme durante períodos de tiempo más
largos. Pero no se ilusione demasiado pronto: la mayoría de lactantes no
duermen durante mucho tiempo seguido porque los despierta el hambre.
Pasadas las dos primeras semanas, los lactantes pueden dormir hasta 4
o 5 horas seguidas; esta es la cantidad aproximada de tiempo que sus
pequeños estómagos pueden aguantar sin recibir alimento entre tomas
consecutivas. Si un bebé duerme durante mucho tiempo seguido por la
noche, probablemente querrá mamar o tomar el biberón más a menudo
durante el día.
Justo cuando los padres piensan que dormir toda la noche de un tirón
parece un sueño inalcanzable, las horas de sueño del bebé empiezan a
concentrarse en mayor medida por la noche. A los 3 meses, un bebé
promedio duerme unas 13 horas en cada período de 24 horas (4 o 5 horas
de sueño durante el día, repartidas en varias siestas, y de 8 a 9 horas
de sueño por la noche, generalmente con una o dos interrupciones).
Aproximadamente el 90% de los bebés de esta edad duerme más por la
noche, durante períodos de 5 a 6 horas de duración.
Pero es importante saber que los bebés no siempre están despiertos
cuando suenan como si lo estuvieran; pueden llorar y hacer todo tipo de
ruidos durante el sueño ligero. Incluso, si se despiertan por la noche,
es posible que solo pasen unos minutos despiertos antes de volver a
conciliar el sueño por sí solos.
Si un bebé de menos de 6 meses sigue llorando, usted deberá
atenderlo. Es posible que el bebé esté realmente incómodo: hambriento,
mojado, frío o incluso enfermo. Pero el hecho de levantar al bebé por la
noche para cambiarlo o alimentarlo debería ser un proceso lo más rápido
y silencioso posible. No le aporte ningún estímulo innecesario como
hablar, jugar o encender la luz. Fomente la idea de que la noche es para
dormir. Es usted quien debe trasmitirle esta disciplina y enseñarle a
dormirse solo por la noche, ya que a los bebés nunca les importa qué
hora es siempre y cuando se satisfagan sus necesidades.
Idealmente, se debe colocar al bebé en la cuna antes de que se
duerma. Y no es demasiado pronto para establecer una rutina sencilla
para la hora de dormir. Cualquier actividad relajante llevada a cabo con
regularidad y siguiendo el mismo orden cada noche, puede formar parte
de la rutina. Su bebé asociará esas actividades con la hora de dormir y
le ayudarán a tranquilizarse.
El objetivo consiste en que el bebé sepa dormirse de forma
independiente y que aprenda a calmarse y a volverse a dormir en caso de
que se despierte a media noche.
De 6 a 12 meses
A los 6 meses, un lactante duerme unas 3 horas durante el día y
aproximadamente de 9 a 11 horas por la noche. A esta edad, usted puede
empezar a modificar su respuesta cuando el bebé se despierte y llore por
la noche.
Puede dejar al bebé un poco más de tiempo para que se calme por sí
solo y vuelva a quedarse dormido. Si no lo consigue, tranquilícelo sin
levantarlo en brazos (hablándole con suavidad, acariciándole o
frotándole la espalda) y luego márchese de la habitación del bebé, a
menos que parezca enfermo. Cuando un bebé está enfermo necesita que lo
levanten en brazos y lo cuiden. Si el bebé no parece enfermo y continúa
llorando, la próxima vez usted podrá esperar un poco más para repetir la
breve visita a su habitación.
Entre los 6 y los 12 meses, la ansiedad de separación, una fase
normal del desarrollo, entra en juego. Pero las reglas sobre cómo
reaccionar ante los despertares nocturnos del pequeño seguirán siendo
las mismas cuando su hijo cumpla un año. Intente no levantarlo en
brazos, encender la luz, cantarle, hablarle, jugar con él ni
alimentarle. Todas estas actividades no permiten que el pequeño aprenda a
dormirse solo y fomentan los despertares nocturnos.
De 1 a 3 años
En las edades comprendidas entre el primer y el tercer cumpleaños, la
mayoría de los niños duermen un promedio de 10 a 13 horas por la noche.
La ansiedad de separación o sencillamente las ganas de estar despierto
con papá y mamá (y de no perderse de nada), pueden llevar a un niño a no
quererse dormir por la noche. Y lo mismo puede conseguir la tendencia a
llevar la contra propia de los niños de esta edad.
Los padres a veces cometen el error de pensar que, si mantienen a su
hijo despierto hasta tarde, estará más cansado a la hora de dormir. De
hecho, a un niño puede costarle más conciliar el sueño cuando está
demasiado cansado. Establezca horarios regulares para la siesta y la
hora de acostarse por la noche. Aunque la mayoría de niños de esta edad
hacen la siesta durante el día, no debe forzar a su hijo a hacerla. Pero
es importante que programe un período de tiempo para que se relaje y
repose, aunque su hijo prefiera no dormir.
Establecer una rutina para la hora de acostarse ayuda a los niños a
relajarse y prepararse para dormir. Para un niño de 1 a 3 años, la
rutina puede durar de 15 a 30 minutos e incluir actividades
tranquilizadoras, como leerles un cuento, bañarlos o escuchar música
relajante.
Independientemente del ritual nocturno que elija, su hijo
probablemente insistirá en que sea el mismo todas las noches. Pero no
permita que los rituales se alarguen demasiado ni que sean demasiado
complicados. En la medida de lo posible, permita que su hijo escoja
entre algunas alternativas de la rutina: qué pijama ponerse, qué muñeco
de peluche llevarse a la cama, que música escuchar. Estas decisiones
darán a su pequeño la sensación de que controla en cierto modo la
rutina.
Pero incluso los niños que duermen mejor pueden despertarse y llamar a
sus padres por la noche. La salida de los dientes y los sueños pueden
despertar a los niños de esta edad. Los sueños activos empiezan en esta
etapa y pueden resultar realmente alarmantes para unos niños tan
pequeños. Las pesadillas, en concreto, asustan mucho a los niños de esta
edad, que todavía no distinguen entre realidad e imaginación. (Por lo
tanto, seleccione atentamente los programas de televisión que ve su hijo
antes de acostarse, en el caso de que vea alguno.)
Consuele o tranquilice a su hijo, abrazándolo cuando le despierta un
sueño o una pesadilla. Permita que le hable sobre el sueño si quiere
hacerlo y permanezca a su lado hasta que se calme. Luego anímele a que
vuelva a conciliar el sueño en cuanto sea posible.
Etapa preescolar (de 3 a 5 años)
Los niños en etapa preescolar necesitan aproximadamente de 10 a 12
horas de sueño nocturno. Un niño de esta edad que duerma lo suficiente
por la noche, puede no necesitar hacer la siesta durante el día. Esta
puede ser sustituida por un período de tranquilidad y reposo.
En la mayoría de guarderías y jardines de infantes se establecen
breves períodos de tranquilidad, donde los niños se acuestan en
colchonetas o descansan de otro modo. Cuando un niño deja de hacer la
siesta, su hora de acostarse por la noche puede adelantarse con respecto
a la etapa anterior.
Etapa escolar y preadolescencia
Los niños en edad escolar necesitan de 10 a 12 horas de sueño
nocturno. Los problemas para irse a la cama pueden obedecer a diversas
razones. Los deberes, la práctica de actividades deportivas
extraescolares, la televisión, las computadoras y los juegos de vídeo,
así como horarios familiares caóticos pueden contribuir a que los niños
no duerman lo suficiente.
La falta de sueño puede desencadenar un comportamiento irritable o
hiperactivo e impedir que los niños presten atención en clase. Es
importante tener un horario regular para acostarse, sobre todo en los
días lectivos. Asegúrese de dejar suficiente tiempo a su hijo para que
se tranquilice antes de que apague la luz.
Adolescencia
Los adolescentes necesitan de 8,5 a 9,5 horas de sueño por la noche,
pero muchos de ellos no las duermen. Debido a que los centros de
estudios empiezan muy pronto y a la sobrecarga de trabajos escolares,
deberes y actividades sociales y extraacadémicas, los adolescentes
suelen tener una falta de sueño de carácter crónico.
Y la falta de sueño se acumula a los largo del tiempo, de modo que
una hora menos de sueño por la noche cada día equivale a una noche
entera sin dormir al final de la semana. Entre otras cosas, la falta de
sueño puede producir:
- una reducción de la atención
- una disminución de la memoria a corto plazo
- un rendimiento inconsistente
- retrasos en el tiempo de respuesta
Estos efectos pueden provocar mal carácter, problemas en la escuela,
uso de estimulantes y accidentes de tráfico (más de la mitad de los
accidentes de coche “por dormirse al volante” están provocados por
adolescentes).
Los adolescentes también experimentan un cambio en sus patrones de
sueño: sus cuerpos desean permanecer despiertos más tiempo por la noche y
despertarse más tarde por la mañana, lo que generalmente hace que
intenten recuperar el sueño perdido durante el fin de semana. Esta
irregularidad en el horario del sueño puede agravar todavía más el
problema, haciendo que acostarse a una hora razonable durante la semana
les resulte todavía más difícil.
En el caso ideal, un adolescente debería acostarse a la misma hora
todas las noches y levantarse a la misma hora todas las mañanas,
durmiendo un mínimo de 8 a 9 horas diarias.
Rutinas para la hora de acostarse
Independientemente de la edad que tenga su hijo, establezca una buena
rutina para la hora de acostarse que fomente unos buenos hábitos de
sueño. Los siguientes consejos pueden ayudar a los niños a tener un
sueño nocturno reparador:
- Incluya un período para relajarse en la rutina.
- Establezca y cumpla una hora para acostarse, avisando a su hijo dos veces, con media hora y 10 minutos de antelación.
- Si su hijo es mayor o adolescente, anímele a que siga y mantenga una
hora de acostarse que le permita obtener la cantidad de horas de sueño
necesaria para su edad.