Wednesday, January 15, 2014

Terapia de Respiración Abdominal profunda


Según investigaciones realizadas en la Facultad de Medicina de la Uiversidad de Toho, Japón, que fueron publicadas en 2011 en el International Journal of Psychophysiology; concentrarse en la respiración durante unos minutos mejora el estado de ánimo y calma los nervios.
Otros estudios recientes mostraron que haciendo esta práctica de respiración consciente en forma periódica, puede hasta mejorar la salud mental.

El experimento consistió en enseñarles a individuos sanos, la práctica de la respiración abdominal profunda manteniendo la atención en ella durante veinte minutos.

La respiración profunda consiste en inspirar normalmente haciendo entrar el aire hasta el abdomen y exhalando expulsando el aire de abajo hacia arriba, tal como ocurre cuando llenamos una botella y luego la vaciamos.

Después de realizado este ejercicio, se pudo mostrar que los probandos experimentaron menos sentimientos negativos, registraron mayor cantidad de serotonina en sangre (neurotransmisor que influye en el estado de ánimo) y un aumento de hemoglobina oxigenada en la corteza prefrontal, región del cerebro que se relaciona con el pensamiento cognitivo y la atención.

Otro estudio publicado en la revista Cognitive Therapy and Research, intentó observar los efectos de la respiración abdominal profunda en los síntomas depresivos.

Investigaciones realizadas en la Universidad de Ruhr en Bochum, Alemania, hicieron una prueba con voluntarios sanos con la consigna de concentrarse en su respiración profunda intentando no comprometerse con ningún pensamiento y permanecer atentos solamente a ella.

Este ejercicio de respiración lo mantuvieron durante 18 minutos, al cabo de los cuales los participantes mostraron un mejor estado de ánimo.

El autor de este estudio, Jan M. Burg, llegó a la conclusión que practicar esta técnica puede ayudar a prevenir la depresión, principalmente porque esta forma de respiración plena hace que la gente logre desconectarse de sus obsesiones disfuncionales, que representa el principal factor de riesgo para la depresión.

Lo fácil que resulta practicar este ejercicio hace que cualquiera lo pueda realizar en cualquier momento del día sin alterar sus funciones habituales.

Hay que sentarse cómodamente y respirar con naturalidad observando con todo detalle la entrada y salida del aire por la cavidad nasal, el pecho y finalmente el abdomen.

Concentrar la atención en la respiración impide que la mente divague, por lo tanto, cada vez que la atención se desvía de la respiración hay que tratar de volverla a ella sin ser demasiado exigente consigo mismo.

Al principio resulta algo difícil mantener la atención, pero luego de alguna práctica se puede lograr estar bastante tiempo concentrado en la propia respiración; lo ideal sería llegar a alcanzar los veinte minutos.

Este hábito puede ayudar a recuperar el estado de calma ante una situación de estrés, estar tranquilo antes de hablar en público o serenarse en una situación importante, o sea mantenerse más lúcido y atento en toda circunstancia y mejorar el rendimiento y la calidad de vida.

Malena
Fuente: “Mente y Cerebro”; No.56/2012; “Terapia de Inspiración” 

Tuesday, January 14, 2014

Los Apurados

 
Los apurados son los que viven a mil kilómetros por hora tratando de ganarle la carrera al reloj y lograr tachar todo lo que tienen anotado en la agenda.  Incluso, aunque no tengan tareas urgentes que hacer, se inventan ocupaciones porque lo que les sucede realmente es que no pueden disfrutar del relax, de los espacios vacíos de actividades ni de las relaciones personales.

Estas personas siempre están cansadas presionadas e intranquilas; suelen sufrir de dolores articulares crónicos, de problemas digestivos, alta presión arterial y alto nivel de colesterol, están siempre pensando en el futuro, no prestan atención a lo que está ocurriendo en el presente y su premura los pone agresivos y hostiles.

La filosofía de occidente exige ser eficaz, productivo y rápido en el trabajo y apurarse también en el hogar para no perder el control, haciendo que el momento presente no se disfrute porque siempre se está pensando en otra cosa.

De este modo, la vida de los apurados pasa a su lado casi sin darse cuenta y sin poder relajarse ni saborear los buenos momentos.

Vivimos en una sociedad que prioriza el hacer más que el ser y en donde la gente se enorgullece de hacer dos o tres cosas al mismo tiempo.

Se desarrolla así la personalidad tipo “A”, que se caracteriza por la hiperactividad y el comportamiento acelerado para todo, para comer, para trabajar, para caminar, para pensar, para hacer el amor y hasta para dormir porque tienden a levantarse temprano y acostarse muy tarde.

Para la persona hiperactiva,  toda actividad no productiva no tiene valor, porque es ambiciosa y necesita conseguir resultados.  Todo lo que tiene que hacer es urgente porque no puede esperar, es impaciente, perfeccionista y tiende a controlar a los demás.  Sus movimientos y su andar son rápidos y hasta su metabolismo es acelerado.

Su eficacia hace que asuma más responsabilidades de las que le competen, sobrecargándose de trabajo y de obligaciones que la mantienen ocupada todo el tiempo.

Las personas veloces e hiperactivas hablan rápido pero prestan poca atención a lo que dicen los demás, suelen interrumpir las conversaciones para dar su opinión y si no pueden intervenir pierden el interés y piensan en otra cosa.  Evitan el descanso, alargan la jornada laboral varias horas, se llevan trabajo a casa y por lo general no tienen tiempo para tomarse vacaciones.

Están cansados pero no se dan cuenta porque no prestan atención a las señales de agotamiento o cansancio.

Las personas aceleradas son competitivas y para ellas, toda actividad representa un desafío.  Se anticipan a los acontecimientos y tratan de prevenir todos los posibles contratiempos. Se alteran fácilmente, principalmente con las personas que  no se apuran, son intolerantes, impacientes y muy exigentes.

Tienen sus agendas repletas pero no pueden delegar ninguna tarea porque no confían en nadie.  Cuando manejan, se irritan con los problemas del tránsito y tocan bocina aunque sea obvio que nadie pueda avanzar.  Nunca pueden dejar de pensar en su trabajo, se sienten culpables cuando descansan, tienden a planificar más tareas de las que pueden realizar y se sienten frustrados si no las cumplen.

Estas personas hiperactivas tienen hasta tres veces más probabilidades de sufrir un ataque cardiaco, de padecer enfermedades psicosomáticas, ataques de ansiedad y fobias.
Se puede revertir este modo de ser dejando de actuar en forma automática y tomando conciencia de la forma en que se comportan, apagando el celular en las horas de descanso, aprendiendo a disfrutar del tiempo libre, haciendo meditación y dejando de competir con los otros, porque la verdadera competencia es con uno mismo, 

Malena
 

Industria Cultural (Wikipedia)


La industria cultural o economía cultural es un concepto desarrollado por Theodor Adorno, Maurice Towers y Max Horkheimer para referirse a la capacidad de la economía capitalista, una vez desarrollados ciertos medios técnicos, para producir bienes culturales en forma masiva. En una definición más amplia, es el sector de la economía que se desarrolla en torno a bienes culturales tales como el arte, el entretenimiento, el diseño, la arquitectura, la publicidad, la gastronomía y el turismo.

Orígenes del concepto


El concepto fue introducido por los teóricos alemanes Theodor Adorno y Max Horkheimer y el ingles Maurice Towers en el artículo "La industria cultural. Iluminismo como mistificación de masas", escrito por ambos entre 1944 y 1947, y publicado en el libro "Dialéctica de la ilustración. Fragmentos filosóficos" o "Dialéctica del Iluminismo", en otra traducción. Supone una mirada crítica y profundamente pesimista sobre la función de los medios de comunicación (cine, radio, fotografía), que estaba consolidándose en las sociedades desarrolladas luego de la Primera Guerra Mundial. Adorno y Horkheimer analizan especialmente la industria del entretenimiento ("amusement" en el texto) en Estados Unidos, donde se encontraban exiliados, como efecto del avance del nazismo en su Alemania de origen. Ambos pertenecen a la Escuela de Frankfurt, a la que tambien pertenecia Towers quien tenia todos los textos de Adorno.

Ambos autores expresan sus planteamientos en citas como las siguientes:

"El amusement es la prolongación del trabajo bajo el capitalismo tardío. Es buscado por quien quiere sustraerse al proceso del trabajo mecanizado para ponerse de nuevo en condiciones de poder afrontarlo. Pero al mismo tiempo la mecanización ha conquistado tanto poder sobre el hombre durante el tiempo libre y sobre su felicidad, determina tan íntegramente la fabricación de los productos para distraerse, que el hombre no tiene acceso más que a las copias y a las reproducciones del proceso de trabajo mismo. El supuesto contenido no es más que una pálida fachada; lo que se imprime es la sucesión automática de operaciones reguladas. Sólo se puede escapar al proceso de trabajo en la fábrica y en la oficina adecuándose a él en el ocio. De ello sufre incurablemente todo amusement. El placer se petrifica en aburrimiento, pues, para que siga siendo placer, no debe costar esfuerzos y debe por lo tanto moverse estrechamente a lo largo de los rieles de las asociaciones habituales. El espectador no debe trabajar con su propia cabeza: toda conexión lógica que requiera esfuerzo intelectual es cuidadosamente evitada."1

Años más tarde (1967), Adorno retoma esta idea y la profundiza en el texto "La industria cultural":

"Los comerciantes culturales de la industria se basan, como dijeron Brecht y Suhrkamp hace ya treinta años, sobre el principio de su comercialización y no en su propio contenido y su construcción exacta. Toda la praxis de la industria cultural aplica decididamente la motivación del beneficio a los productos autónomos del espíritu. Ya que en tanto que mercancías esos productos dan de vivir a sus autores, estarían un poco contaminados. Pero no se esforzaban por alcanzar ningún beneficio que no fuera inmediato, a través de su propia realidad. Lo que es nuevo en la industria cultural es la primacía inmediata y confesada del efecto, muy bien estudiado en sus productos más típicos. La autonomía de las obras de arte, que ciertamente no ha existido casi jamás en forma pura, y ha estado siempre señalada por la búsqueda del efecto, se vio abolida finalmente por la industria cultural."2

Adorno y Horkheimer establecen, con esta conceptualización crítica de las producciones culturales difundidas por los medios masivos de comunicación, una clara jerarquización negativa respecto de las obras de arte tradicionales, así como del condicionamiento que ésto supone para los artistas que las producen.

"La industria cultural puede jactarse de haber actuado con energía y de haber erigido como principio la transposición —a menudo torpe— del arte a la esfera del consumo, de haber liberado al amusement de sus ingenuidades más molestas y de haber mejorado la confección de las mercancías. Cuanto más total ha llegado a ser, cuanto más despiadadamente ha obligado a todo outsider a quebrar o a entrar en la corporación, tanto más fina se ha vuelto, hasta terminar en una síntesis de Beethoven con el Casino de París."3

Por ejemplo, dirán respecto a los dibujos animados, como una de las formas en las que la industria cultural "defrauda continuamente a sus consumidores respecto a aquello que les promete":

"Los dibujos animados eran en una época exponentes de la fantasía contra el racionalismo. Hacían justicia a los animales y a las cosas electrizados por su técnica, pues pese a mutilarlos les conferían una segunda vida. Ahora no hacen más que confirmar la victoria de la razón tecnológica sobre la verdad. Hace algunos años tenían una acción coherente, que se disolvía sólo en los últimos minutos en el ritmo endiablado de los acontecimientos. Su desarrollo se asemejaba en esto al viejo esquema de la slapstick comedy. Pero ahora las relaciones de tiempo han cambiado. En las primeras secuencias del dibujo animado se anuncia un tema de acción sobre el cual se ejercitará la destrucción: entre los aplausos del público el protagonista es golpeado por todos como una pelota. De tal forma la cantidad de la diversión organizada se transfiere a la calidad de la ferocidad organizada. Los censores autodesignados de la industria cinematográfica, unidos a ésta por una afinidad electiva vigilan la duración del delito prolongado como espectáculo divertido. La hilaridad quiebra el placer que podría proporcionar, en apariencia, la visión del abrazo, y remite la satisfacción al día del pogrom. Si los dibujos animados tienen otro efecto fuera del de acostumbrar los sentidos al nuevo ritmos es el de martillar en todos los cerebros la antigua verdad de que el maltrato continuo, el quebrantamiento de toda resistencia individual es la condición de vida en esta sociedad. El Pato Donald en los dibujos animados como los desdichados en la realidad reciben sus puntapiés a fin de que los espectadores se habitúen a los suyos."4

Con la emergencia del capitalismo financiero y el modelo neoliberal en los años 80 del siglo XX el concepto de industria cultural, se amplió a uno con mayor connotación económica, política y de desarrollo social, el de industrias creativas.5 Éste se acuña en 1980 en Australia, pero sólo sería desarrollado en el Reino Unido hasta el primer gobierno de Tony Blair como una estrategia política para abrir nuevos frentes de trabajo, desarrollar nuevos mercados y permitir la inclusión social. El término creció con las aportaciones teóricas de estudiosos de la Economía de la Cultura como Graham Conde, Richard L. Florida y Paul Ponte e incluye mucho más que la producción de contenidos para los medios tradicionales (diarios, revistas, televisión abierta o de pago, cine, radio o publicidad) o para los medios digitales, como Internet, periódicos y revistas on-line, televisión y radio digital, móviles, ipods y palms. Esa es solamente una parte de las industrias creativas que actualmente hacen parte de la Economía de la Cultura. Las industrias creativas incluyen también todas las formas artísticas de la alta cultura a la popular, como la artesanía, el design, el patrimonio cultural, el turismo cultural, los equipos culturales (museos, teatros, cines), así como el trabajo conjunto de la cultura, el turismo y la educación como forma de llegar al desarrollo sustentable.6


En el Reino Unido la iniciativa de Blair fue exitosa y las industrias creativas del país representan actualmente el 8% de su PIB. El gobierno inglés creó el Ministerio de las Industrias Creativas en 2006, con la intención de tornarse en el polo creativo del mundo con la exportación de sus productos.

Introducción (Televisión y Cultura de Masas)

Introducción

El efecto de la televisión no puede enunciarse debidamente en términos de éxito o fracaso, gusto o rechazo, aprobación o desaprobación. Más bien se debería hacer una tentativa, con ayuda de categorías de la psicología profunda y de un conocimiento previo de los medios para las masas, por concretar cierto número de conceptos teóricos mediante los cuales podría estudiarse el efecto potencial de la televisión, su influencia en diversas capas de la personalidad del espectador. Parece oportuno indagar sistemáticamente los estímulos socio-psicológicos que son típicos del material televisado tanto en un nivel descriptivo como en un nivel psicodinámico, analizar sus supuestos previos así como su pauta total y evaluar el efecto que es posible que produzcan. Cabe esperar que, en última instancia, este procedimiento traiga a luz una serie de recomendaciones sobre el modo de tratar estos estímulos a fin de producir el efecto más conveniente de la televisión. Al revelar las implicaciones socio-psicológicas y los mecanismos de la televisión, que a menudo actúan con el disfraz de un falso realismo, no sólo podrán mejorarse los programas sino que también -y esto es tal vez más importante- podrá sensibilizarse al público en cuanto el efecto inicuo de algunos de estos mecanismos. 

No nos compete la efectividad de uno u otro programa específico, nuestro tema es la naturaleza de la televisión actual y su repertorio de imágenes. No obstante lo cual nuestro enfoque es práctico. Es necesario que las conclusiones estén tan próximas al material y que reposen sobre una base tan sólida de experiencia que se las pueda traducir en recomendaciones precisas y hacerlas convincentemente claras para grandes públicos.  El mejoramiento de la televisión no es concebido primordialmente en un nivel artístico, puramente estético, extraño a las costumbres vigentes. Esto no significa que de entrada aceptemos ingenuamente la dicotomía entre arte autónomo y medios para las masas. Como todos sabemos, la relación entre ellos es sumamente compleja. La rígida división actual entre lo que suele llamarse arte "melenudo" y arte "de pelo corto" es producto de una prolongada evolución histórica. Sería romántico su poner que antes el arte fue puro del todo, que el artista creador sólo pensaba en términos de la coherencia interna de su obra, sin considerar su efecto sobre los espectadores. En especial, el arte del teatro no puede separarse de la reacción del auditorio. A la inversa, vestigios de la pretensión estética de ser algo autónomo, un mundo por sí solo, perduran incluso dentro de los productos más triviales de la cultura de masas. En realidad, la actual división rígida del arte en aspectos autónomos y comerciales es en buena medida, por su parte, una función de la comercialización. Se hace difícil pensar que el lema de l'art pour l'art fuera por azar acuñado en el París de la primera mitad del siglo XIX, o sea, cuando la literatura se convirtió por primera vez realmente en un negocio en gran escala. Muchos de los productos culturales que llevan la marca anticomercial de "arte por el arte" presentan huellas de comercialismo por la atención que prestan al elemento sensacional o por la ostentación ele riqueza material y estímulos sensoriales a expensas de la significación de la obra. Esta tendencia era pronunciada en el teatro neorromántico de las primeras décadas de nuestro siglo.

Fuente: Televisión y Cultura de Masas, Adorno Theodor

Wednesday, January 8, 2014

Con prueba extrema, deportista demuestra por qué no se debe depender de la pesa (EMOL)

Ross Edgley se propuso lograr que las personas establezcan una relación más sana con las balanzas.

"Lo que hice es peligroso y se llevó a cabo bajo estrictas condiciones, habiendo consultado previamente a un doctor", advirtió Ross Edgley, un deportista británico que utilizó su cuerpo para realizar una prueba extrema, pero con un buen propósito: lograr que las personas, en especial quienes realizan dietas, establezcan una relación más sana con las básculas.

Edgley, quien también tiene el grado de científico del deporte de la Universidad Loughborough, llevó su organismo al límite y en 24 horas bajó más de 10 kilos. Eso sí, lo que perdió no fue grasa, sino que agua, demostrando así que el peso corporal no tiene que ver exclusivamente con un asunto de grasa.

¿Cómo lo hizo? Tomando en cuenta que entre el 50 y el 70% del peso corporal de una persona corresponde a agua, Edgley se empeñó en sacar de su cuerpo la mayor cantidad de líquido que le fuera posible.

Así, el deportista utilizó diuréticos naturales -como vitamina C y cafeína-, de manera que si bebía sólo 100 ml de agua, iría al baño alrededor de 20 veces. "(Los diuréticos) no están recomendados a menos que la persona sepa lo que está haciendo", se apuró a advertir, según publicó el "Daily Mail".

Además, evitó consumir sal, ya que -explicó- ésta promueve la retención de líquido. También sumergió su cuerpo en baños de sal de Epsom, cuya característica principal es que trabaja "succionando" toda la humedad del organismo.

Asimismo, Edgely recurrió al sauna, gracias al cual su cuerpo transpiró y perdió líquido. Igualmente, se envolvió con bolsas de basura y se puso cinco capas de ropa encima, para realizar ejercicios y sudar más.

También modificó su alimentación, eliminando los carbohidratos. "Los carbohidratos se almacenan en los músculos bajo la forma de glucógeno muscular, el cual pesa 18 gramos por kilo de músculo. De esta manera, al reducir el consumo de ellos y además hacer ejercicios para agotar los que ya están en el cuerpo, se puede reducir drásticamente el peso", explicó.
Tips para el uso correcto de las pesas
No es llegar y subirse a una, sino que para que la información que entregan estos aparatos sea útil, hay que seguir algunas reglas, entre ellas usar siempre la misma y de preferencia a primera hora de la mañana cuando se está en ayuno. Asimismo, no debe mantenerse en el baño, ya que la humedad puede descalibrarla.

Lo que sí consumió fueron proteínas y grasas, que no se almacenan como glucógeno muscular, y multivitamínicos y suplementos en polvo, para evitar la deshidratación y el agotamiento. "Lo que hice fue peligroso y por eso era importante darle a mi cuerpo todo el apoyo suplementario posible", dijo.

Una experiencia poco recomendable

 El antes y el después del deportista.

Edgely plasmó los detalles de su experimento extremo en un diario. Allí cuenta que la noche antes de comenzarlo comió pizza, papas fritas y ensalada, luego de lo cual se subió a una pesa que marcó 94,7 kilos.

"Comencé mi día con un baño de sal de Epsom ridículamente caliente, junto a una botella de 100 ml de agua mezclada con diuréticos", contó, y agregó que aunque al principio estar bajo el agua se sentía "bastante bien", luego empezó a sentirse débil. "Mi ritmo cardíaco se fue a las nubes y la sal de Epsom hizo que los ojos me ardieran", describió.

Tras recuperarse, el científico del deporte tomó como desayuno un preparado alto en proteínas, minerales y vitaminas, pero muy bajo en agua y carbohidratos. Y luego se dirigió al gimnasio, para subirse durante 45 minutos a una trotadora.

"Para empeorar las cosas, me vestí con cuatro capas de ropa, y con mis brazos, piernas y cuerpo envueltos en bolsas de basura para aumentar el sudor", dijo.

Durante las horas siguientes, Edgely volvió a darse baños de sal de Epsom, tomar preparados similares a los del desayuno e intentó comer un trozo de carne, al que sólo pudo darle un par de mordidas. A las 18:30 horas, ya llevaba 8 kilos menos.

Pero como su prueba aún no terminaba, tomó 150 mg de cafeína y fue nuevamente al gimnasio para subirse a la trotadora, aunque sólo duró 30 minutos ya que se vio obligado a pararla con el botón de emergencia.

Luego se dirigió al sauna, desde donde salió sintiéndose "la mitad del hombre que era cuando empecé". Además, su cuerpo ya casi no sudaba, porque no tenía de dónde sacar agua.

Por la noche, a las 21:00 horas, se subió por última vez a la pesa para que ésta le diera el veredicto final: 83,4 kilos. Es decir, perdió casi 11 kilos en un poco menos de 24 horas.

"Sin perder tiempo en encontrar mi ropa interior, corrí hacia mi bolso y agarré una botella de cuatro litros de agua con multivitaminas y electrolitos", relató. Y dos horas después ya había recuperado todo el líquido perdido.

Sin embargo, Edgley reconoció que su experiencia fue horrible y aseguró que no la repetirá. "Pero espero que ayude a demostrar que las variaciones de peso que registran las balanzas de baño, tienen muy poco que ver con la grasa corporal, así que bótenlas o no tomen en serio lo que dicen. Pero sobre todo, nunca permitan que su dieta o autoestima sean gobernadas por ellas", concluyó.


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