Thursday, November 15, 2012

Todo sobre el sueño


El sueño -o su falta- es probablemente el aspecto más discutido sobre el cuidado del bebé. Los padres primerizos descubren su fundamental importancia durante las primeras semanas y meses de vida del bebé. La calidad y la cantidad del sueño de un lactante afectan al bienestar de toda la familia.

Las peleas que giran alrededor del sueño es muy raro que terminen cuando el niño pasa de la cuna a la cama. Solo cambian de forma. En vez de tener que alimentarlo a las 3 de la madrugada, se pasa a las pesadillas y a las peticiones de agua a media noche.

Entonces, ¿cómo conseguir que su hijo se meta en la cama a pesar de sus llantos, gritos, tácticas de evasión y súplicas? ¿Cómo debe responder cuando su hijo le despierta a media noche? ¿Y cuánto necesitan dormir los niños?

¿Cuánto sueño es suficiente?

Todo depende de la edad el niño. Los gráficos que indican las horas de sueño que suele requerir un lactante o un niño de 2 años pueden generar dudas y preocupaciones en los padres, al no tener en cuenta las diferencias individuales. Estas cifras no son más que simples promedios de grupos extensos de niños de edades concretas.

No existe un número mágico de horas requeridas por todos los niños de un grupo de edad en concreto. Sarah, de dos años, puede dormir de 8:00 de la tarde a 8:00 de la mañana, mientras que Johny, también de dos años, está igual de alerta al día siguiente después de dormir de 9:00 de la noche a 6:00 de la mañana.

De todos modos, el sueño es muy importante para el bienestar de los niños. La relación existente entre la falta de sueño y el comportamiento del niño no siempre es evidente. Cuando un adulto está cansado, puede estar irritable y/o tener muy poca energía, pero un niño puede volverse hiperactivo, antipático y presentar comportamientos extremos.

La mayoría de necesidades de sueño caen dentro de un margen predecible de horas según la edad del niño, pero cada niño es un ser único con sus propias y específicas necesidades de sueño.

He aquí algunas cifras aproximadas de horas de sueño en función de la edad, acompañadas de tácticas para favorecer el sueño adaptadas a cada grupo de edad.

Bebés (hasta los 6 meses)

No existe una fórmula para el sueño en los recién nacidos porque sus relojes internos todavía no están completamente desarrollados. Por lo general, duermen o dormitan de 16 a 20 horas al día, divididas por igual entre el día y la noche.

Los padres deben despertar a sus recién nacidos cada 3 o 4 horas hasta que se estabilice su ganancia de peso, lo que suele ocurrir aproximadamente a las dos semanas del nacimiento. A partir de ese momento, no pasa nada si un bebé duerme durante períodos de tiempo más largos. Pero no se ilusione demasiado pronto: la mayoría de lactantes no duermen durante mucho tiempo seguido porque los despierta el hambre.

Pasadas las dos primeras semanas, los lactantes pueden dormir hasta 4 o 5 horas seguidas; esta es la cantidad aproximada de tiempo que sus pequeños estómagos pueden aguantar sin recibir alimento entre tomas consecutivas. Si un bebé duerme durante mucho tiempo seguido por la noche, probablemente querrá mamar o tomar el biberón más a menudo durante el día.

Justo cuando los padres piensan que dormir toda la noche de un tirón parece un sueño inalcanzable, las horas de sueño del bebé empiezan a concentrarse en mayor medida por la noche. A los 3 meses, un bebé promedio duerme unas 13 horas en cada período de 24 horas (4 o 5 horas de sueño durante el día, repartidas en varias siestas, y de 8 a 9 horas de sueño por la noche, generalmente con una o dos interrupciones). Aproximadamente el 90% de los bebés de esta edad duerme más por la noche, durante períodos de 5 a 6 horas de duración.

Pero es importante saber que los bebés no siempre están despiertos cuando suenan como si lo estuvieran; pueden llorar y hacer todo tipo de ruidos durante el sueño ligero. Incluso, si se despiertan por la noche, es posible que solo pasen unos minutos despiertos antes de volver a conciliar el sueño por sí solos.

Si un bebé de menos de 6 meses sigue llorando, usted deberá atenderlo. Es posible que el bebé esté realmente incómodo: hambriento, mojado, frío o incluso enfermo. Pero el hecho de levantar al bebé por la noche para cambiarlo o alimentarlo debería ser un proceso lo más rápido y silencioso posible. No le aporte ningún estímulo innecesario como hablar, jugar o encender la luz. Fomente la idea de que la noche es para dormir. Es usted quien debe trasmitirle esta disciplina y enseñarle a dormirse solo por la noche, ya que a los bebés nunca les importa qué hora es siempre y cuando se satisfagan sus necesidades.

Idealmente, se debe colocar al bebé en la cuna antes de que se duerma. Y no es demasiado pronto para establecer una rutina sencilla para la hora de dormir. Cualquier actividad relajante llevada a cabo con regularidad y siguiendo el mismo orden cada noche, puede formar parte de la rutina. Su bebé asociará esas actividades con la hora de dormir y le ayudarán a tranquilizarse.

El objetivo consiste en que el bebé sepa dormirse de forma independiente y que aprenda a calmarse y a volverse a dormir en caso de que se despierte a media noche.

De 6 a 12 meses

A los 6 meses, un lactante duerme unas 3 horas durante el día y aproximadamente de 9 a 11 horas por la noche. A esta edad, usted puede empezar a modificar su respuesta cuando el bebé se despierte y llore por la noche.

Puede dejar al bebé un poco más de tiempo para que se calme por sí solo y vuelva a quedarse dormido. Si no lo consigue, tranquilícelo sin levantarlo en brazos (hablándole con suavidad, acariciándole o frotándole la espalda) y luego márchese de la habitación del bebé, a menos que parezca enfermo. Cuando un bebé está enfermo necesita que lo levanten en brazos y lo cuiden. Si el bebé no parece enfermo y continúa llorando, la próxima vez usted podrá esperar un poco más para repetir la breve visita a su habitación.

Entre los 6 y los 12 meses, la ansiedad de separación, una fase normal del desarrollo, entra en juego. Pero las reglas sobre cómo reaccionar ante los despertares nocturnos del pequeño seguirán siendo las mismas cuando su hijo cumpla un año. Intente no levantarlo en brazos, encender la luz, cantarle, hablarle, jugar con él ni alimentarle. Todas estas actividades no permiten que el pequeño aprenda a dormirse solo y fomentan los despertares nocturnos.

De 1 a 3 años

En las edades comprendidas entre el primer y el tercer cumpleaños, la mayoría de los niños duermen un promedio de 10 a 13 horas por la noche. La ansiedad de separación o sencillamente las ganas de estar despierto con papá y mamá (y de no perderse de nada), pueden llevar a un niño a no quererse dormir por la noche. Y lo mismo puede conseguir la tendencia a llevar la contra propia de los niños de esta edad.

Los padres a veces cometen el error de pensar que, si mantienen a su hijo despierto hasta tarde, estará más cansado a la hora de dormir. De hecho, a un niño puede costarle más conciliar el sueño cuando está demasiado cansado. Establezca horarios regulares para la siesta y la hora de acostarse por la noche. Aunque la mayoría de niños de esta edad hacen la siesta durante el día, no debe forzar a su hijo a hacerla. Pero es importante que programe un período de tiempo para que se relaje y repose, aunque su hijo prefiera no dormir.

Establecer una rutina para la hora de acostarse ayuda a los niños a relajarse y prepararse para dormir. Para un niño de 1 a 3 años, la rutina puede durar de 15 a 30 minutos e incluir actividades tranquilizadoras, como leerles un cuento, bañarlos o escuchar música relajante.

Independientemente del ritual nocturno que elija, su hijo probablemente insistirá en que sea el mismo todas las noches. Pero no permita que los rituales se alarguen demasiado ni que sean demasiado complicados. En la medida de lo posible, permita que su hijo escoja entre algunas alternativas de la rutina: qué pijama ponerse, qué muñeco de peluche llevarse a la cama, que música escuchar. Estas decisiones darán a su pequeño la sensación de que controla en cierto modo la rutina.

Pero incluso los niños que duermen mejor pueden despertarse y llamar a sus padres por la noche. La salida de los dientes y los sueños pueden despertar a los niños de esta edad. Los sueños activos empiezan en esta etapa y pueden resultar realmente alarmantes para unos niños tan pequeños. Las pesadillas, en concreto, asustan mucho a los niños de esta edad, que todavía no distinguen entre realidad e imaginación. (Por lo tanto, seleccione atentamente los programas de televisión que ve su hijo antes de acostarse, en el caso de que vea alguno.)

Consuele o tranquilice a su hijo, abrazándolo cuando le despierta un sueño o una pesadilla. Permita que le hable sobre el sueño si quiere hacerlo y permanezca a su lado hasta que se calme. Luego anímele a que vuelva a conciliar el sueño en cuanto sea posible.

Etapa preescolar (de 3 a 5 años)

Los niños en etapa preescolar necesitan aproximadamente de 10 a 12 horas de sueño nocturno. Un niño de esta edad que duerma lo suficiente por la noche, puede no necesitar hacer la siesta durante el día. Esta puede ser sustituida por un período de tranquilidad y reposo.

En la mayoría de guarderías y jardines de infantes se establecen breves períodos de tranquilidad, donde los niños se acuestan en colchonetas o descansan de otro modo. Cuando un niño deja de hacer la siesta, su hora de acostarse por la noche puede adelantarse con respecto a la etapa anterior.

Etapa escolar y preadolescencia

Los niños en edad escolar necesitan de 10 a 12 horas de sueño nocturno. Los problemas para irse a la cama pueden obedecer a diversas razones. Los deberes, la práctica de actividades deportivas extraescolares, la televisión, las computadoras y los juegos de vídeo, así como horarios familiares caóticos pueden contribuir a que los niños no duerman lo suficiente.

La falta de sueño puede desencadenar un comportamiento irritable o hiperactivo e impedir que los niños presten atención en clase. Es importante tener un horario regular para acostarse, sobre todo en los días lectivos. Asegúrese de dejar suficiente tiempo a su hijo para que se tranquilice antes de que apague la luz.

Adolescencia

Los adolescentes necesitan de 8,5 a 9,5 horas de sueño por la noche, pero muchos de ellos no las duermen. Debido a que los centros de estudios empiezan muy pronto y a la sobrecarga de trabajos escolares, deberes y actividades sociales y extraacadémicas, los adolescentes suelen tener una falta de sueño de carácter crónico.

Y la falta de sueño se acumula a los largo del tiempo, de modo que una hora menos de sueño por la noche cada día equivale a una noche entera sin dormir al final de la semana. Entre otras cosas, la falta de sueño puede producir:
  • una reducción de la atención
  • una disminución de la memoria a corto plazo
  • un rendimiento inconsistente
  • retrasos en el tiempo de respuesta
Estos efectos pueden provocar mal carácter, problemas en la escuela, uso de estimulantes y accidentes de tráfico (más de la mitad de los accidentes de coche “por dormirse al volante” están provocados por adolescentes).

Los adolescentes también experimentan un cambio en sus patrones de sueño: sus cuerpos desean permanecer despiertos más tiempo por la noche y despertarse más tarde por la mañana, lo que generalmente hace que intenten recuperar el sueño perdido durante el fin de semana. Esta irregularidad en el horario del sueño puede agravar todavía más el problema, haciendo que acostarse a una hora razonable durante la semana les resulte todavía más difícil.

En el caso ideal, un adolescente debería acostarse a la misma hora todas las noches y levantarse a la misma hora todas las mañanas, durmiendo un mínimo de 8 a 9 horas diarias.

Rutinas para la hora de acostarse

Independientemente de la edad que tenga su hijo, establezca una buena rutina para la hora de acostarse que fomente unos buenos hábitos de sueño. Los siguientes consejos pueden ayudar a los niños a tener un sueño nocturno reparador:
  • Incluya un período para relajarse en la rutina.
  • Establezca y cumpla una hora para acostarse, avisando a su hijo dos veces, con media hora y 10 minutos de antelación.
  • Si su hijo es mayor o adolescente, anímele a que siga y mantenga una hora de acostarse que le permita obtener la cantidad de horas de sueño necesaria para su edad.
Revisado por: Mary L. Gavin, MD
Fecha de revisión: enero de 2011

Temor a hablar en público (laguia2000.com)


Hay gente que se bloquea cuando es el centro de atención de un grupo numeroso y esta condición puede limitar su rol profesional y también su vida personal.

Para ese problema, existen técnicas muy eficaces que permiten enfrentar ese temor en poco tiempo y trascenderlo.

La vida actual exige participar en reuniones, intervenir en grupos, proponer ideas o atreverse a decir lo que a uno no le agrada; y lo que todos desean es hablar con voz tranquila y firme sin mostrar inseguridad.

La Programación Neurolingüística puede ayudar a convertirse en un buen orador y a poder hablar en público tan bien o mejor todavía de como lo hacen otros.

Hay algunos errores que hay que evitar, como por ejemplo, usar muletillas al hablar, que no aportan nada pero en las que muchos se apoyan para poder pensar.

Lo mejor siempre será ser natural y espontáneo, diciendo al público todo lo que les ocurre y cómo se sienten, si se dan cuenta que olvidaron algo o si cometieron algún error involuntario

Los conceptos básicos es prudente repetirlos varias veces, en el momento oportuno, para que las personas que escuchan los retengan y puedan aprender de la disertación.

Las pausas demasiado largas aburren al público y si necesitan consultar sus notas no hay que tener ningún escrúpulo y hacerlo con naturalidad.

En toda charla, es importante no perder de vista el objetivo y no irse por las ramas. No es necesario demostrar al público todo lo que saben sino procurar ser pertinente, preciso y principalmente breve.

Si se trata de participar en una reunión, lo mejor es llevar una lista de las cosas que desean decir y participar en el momento oportuno.

Es necesario olvidarse de uno mismo y renunciar al deseo de dar una buena impresión; porque lo más importante es el mensaje que desean dar.

No solamente es útil exponer una idea sino que también es importante señalar los beneficios que puede tener para todos el eventual desarrollo de esa idea.

Si se trata de responder a algo que dijo alguien, se pueden sentir más cómodos si sólo se dirigen a él, como si estuvieran solos y no a todos.

El temor a ser convocado para presidir una reunión no debe ser un obstáculo para hacerlo. No necesariamente el que preside una reunión tiene que decirlo todo; más bien su tarea será la de informar de algunos temas, con la ayuda de otros, coordinar algunas tareas y básicamente deberá escuchar.

Cada uno debe aprender que en una reunión debe decir lo suyo y no utilizar a otros para que lo hagan por él; porque solamente la práctica les permitirá adquirir la confianza necesaria para liberarse del temor al público.

La Programación Neurolingüística propone algunas estrategias útiles.
 
Por ejemplo:

-Visualizar, antes de la reunión, la escena que uno teme, actuando con toda naturalidad, muy tranquilo, confiado y relajado.
 
-Visualizar estar respondiendo sobre lo dicho por alguien en particular como si estuvieran ambos a solas.
 
-Llevar anotadas las ideas y sus ventajas; las preocupaciones y las preguntas.
 
-Pensar que el propio punto de vista lo pueden compartir otros y que la opinión propia también puede ser valiosa.
 
-Si no se tienen ideas no es obligatorio hablar, bastará con escuchar a todos con atención, aclarando las dudas y aportando lo que se desee.

Cuanto más oportunidades de participar en grupos se tengan, menor será el temor de enfrentar a la gente.

El perfeccionismo nos limita, y ser perfectos no es necesario, sólo es beneficioso ser espontáneos, honestos y naturales y si nos equivocamos que sea con elegancia, sin sentir que hemos fallado.

Fuente: “Mientras me miran. Hable en público sin perder la calma”, Xavier Guix.

Aumenta la evidencia de que el ejercicio mejora la salud en la mediana edad (vidaysalud.com)

 
Un nuevo estudio brinda más pruebas sobre cuán saludable puede ser el ejercicio en la mediana edad. Lo mejor de todo es que no hace falta que practiques deportes intensos: caminar a paso ligero, andar en bicicleta y hasta el trabajo en casa y en el patio son actividades capaces de reducir la inflamación nociva y mejorar la salud del corazón.
 
El cuerpo humano no está preparado para permanecer sentado todo el día. Sin embargo, la vida moderna transcurre la mayor parte del tiempo sobre algún asiento. ¿Te has puesto a calcular cuánto tiempo te pasas sin moverte o en plena acción? Dedícate dos minutos a reflexionar sobre este tema y es posible que te sorprendas.

Una vida sedentaria promueve la obesidad  y todas las enfermedades asociadas a ella como el colesterol elevado y la diabetes. Incluso, aunque no tengas exceso de peso, mantenerte activo te permite conservar la buena salud, de tu corazón por ejemplo, o la flexibilidad, para que tu cuerpo pueda responder mejor a las exigencias de la vida cotidiana, como levantar una caja pesada o jugar con tus nietos durante el fin de semana, sin lesionarte o “quedarte rígido” mientras lo haces.

Los estudios siguen encontrando y difundiendo numerosos beneficios del ejercicio físico para la salud tanto para los hombres como para las mujeres de todas las edades. Ahora, un nuevo estudio se suma a las evidencias y ha comprobado que mantener un régimen de actividad física en el tiempo libre durante una década o más podría ayudar a los adultos de mediana edad a mejorar la salud de su corazón.

Según esta investigación, que fue desarrollada por unos científicos del Colegio Universitario de Londres, en Inglaterra, las actividades rutinarias, como caminar energéticamente, andar en bicicleta y hasta hacer los trabajos de la casa o de jardinería de forma vigorosa pueden, con el tiempo, reducir los marcadores de inflamación que permiten explicar la relación entre la actividad física y el riesgo de la enfermedad cardiaca.

Para llegar a estos resultados, que aparecen en la edición del 13 de agosto de la revista Circulation, los investigadores encuestaron a más de 4,200 participantes de 49 años de edad como promedio y les preguntaron acerca de la cantidad de tiempo y la frecuencia con la que practicaban actividades físicas en su tiempo libre. Paralelamente, analizaron la denominada proteína C reactiva y la interleucina 6, dos marcadores claves de inflamación en el cuerpo, al inicio del estudio y luego de once años.

Así encontraron que los participantes que eran más activos tenían marcadores de inflamación más bajos que las personas que rara vez hacían el mínimo recomendado de actividad física por semana, que equivale a unas 2 ½ horas.

Además, los investigadores hallaron que alrededor del 49 por ciento de los participantes cumplía con las recomendaciones estándares de actividad física para mejorar la salud, algo que mejoró luego del estudio, ya que dicha tasa alcanzó el 83 por ciento, y señalaron que los participantes que eran inactivos al inicio del estudio y que se volvieron físicamente activos durante el periodo de análisis también habían reducido sus marcadores inflamatorios cuando se sometieron a la evaluación de seguimiento.

Si eres joven, no esperes a que pase el tiempo para comenzar a disfrutar los beneficios del ejercicio físico. Si ya has pasado la mediana edad, pues tampoco es motivo para quedarse quieto, ya que la actividad física también puede ayudar a conservar la salud de las personas que ya están en la denominada tercera edad.

En síntesis: no esperes más y conviértete también en un nuevo ejemplo que dé testimonio sobre las ventajas del ejercicio para la salud, sin importar cuál es tu fecha de nacimiento.

La importancia del equilibrio y cómo lo puedes mejorar (vidaysalud.com)

Por Elise Foss

Cuando pensamos en hacer ejercicio generalmente pensamos en hacerlo para perder peso, para definir los músculos, para agrandarlos, pero generalmente no se nos ocurre pensar en el ejercicio para mantener el equilibrio. Sin embargo, el equilibrio es muy importante por muchas razones. Sigue leyendo para que entiendas sus funciones y qué ejercicios te ayudan a mantenerlo y a mejorarlo.

La definición del equilibrio es la capacidad para mantener la posición del cuerpo sobre su base de apoyo, ya sea que la base este en movimiento o estática. Hay una gran variedad de ejercicios que son buenos para mejorar el equilibrio, ya que el equilibrio tiene que ver con muchos factores diferentes, incluyendo la visión, la audición, la propiocepción, la fuerza y la flexibilidad, entre otros. Algunas de estas capacidades se deterioran a medida que envejecemos y no podemos controlar. Un ejemplo de ello es que nuestra visión periférica no es tan buena con el pasar del tiempo. Pero por suerte, hay algunas cosas que si podemos hacer, como mejorar nuestra fuerza y flexibilidad.

¿Por qué el fortalecimiento de los músculos ayuda a nuestro balance? Por un lado, al fortalecer los músculos de la espalda mejora tu postura, y si tu postura es mejor, tu balance mejora también. Si tu cuerpo no está en la postura correcta, es más difícil mantener la posición del cuerpo sobre su base de apoyo, por lo que ya te encuentras en una situación de desventaja. Además, tendemos a perder masa muscular a medida que envejecemos, lo cual nos debilita. La investigación ha encontrado que empezamos a perder masa muscular durante nuestra tercera década de la vida. Los músculos más débiles tienen más dificultades para reaccionar a un cambio de peso que los músculos más fuertes, por lo que es más difícil de equilibrar. Por lo tanto, el fortalecimiento de los músculos ayudará a tu balance. Los ejercicios de fortalecimiento se pueden hacer con el uso de pesas, máquinas, bandas de refuerzo o el peso corporal (por ejemplo, flexiones).

¿Por qué son importantes los ejercicios de flexibilidad? Los ejercicios de flexibilidad te ayudarán a mantener el rango de movimiento de los músculos. A medida que envejecemos, tendemos a volvernos más rígidos y al estar más rígidos se nos hace más difícil reaccionar y recobrar el equilibrio cuando se produce un cambio de peso. Los ejercicios de estiramiento nos pueden ayudar a mejorar el rango de movimiento en las articulaciones y a mejorar la circulación en los músculos que ayudarán a nuestro equilibrio. Además, cuando estamos menos rígidos podemos tener una mejor postura que a su vez ayuda a tener mejor balance. Hay varias técnicas de estiramiento y una sencilla es simplemente mantener la posición del estiramiento durante 20 a 30 segundos. Es importante que sientas la extensión (la elongación o estiramiento) sin sentir ningún malestar.

No importa si estás en buenas condiciones o no has hecho ejercicio durante mucho tiempo, siempre puedes añadir algo nuevo para refrescar tu rutina.

5 ways your TV is slowly killing you


You’ve accepted the idea that TV makes you dumber. You know there are lots of more edifying things you could be doing with your time than cheering on the contestants on "Survivor."

And unless you’re working out to an exercise video, you know those hours sprawled out in front of the screen are going to make you fatter — not to mention the impact of all that junk food you’ve been tempted to scarf down during the commercial breaks.

But you’ll be surprised to learn the host of other bad things TV can do to you.

1. TV makes you deader.  
TV-viewing is a pretty deadly pastime, research suggests. No matter how much time you spend in the gym, every hour you spend in front of the TV increases your risk of dying from heart disease, according to a recent report in Circulation: Journal of the American Heart Association. Australian researchers studied 8,800 adult men and women for an average of six years and found that every hour spent in front of the TV translated into an 11 percent increase in the risk of death from any cause, a 9 percent increase in the risk of death from cancer and an 18 percent increase in the risk of death from cardiovascular disease. So, compared to people who watched less than two hours of TV a day, those who watched four or more hours a day had a 46 percent higher risk of death from any cause and an 80 percent higher risk of death due to cardiovascular disease. And that was true even among people who didn’t smoke, were thin, ate healthy diets and had low blood pressure and cholesterol.

2. TV makes you drunker.  
TV may make you drink more. When it comes to drinking, we’re apparently very susceptible to what we see on TV, according to a report published in Alcohol and Alcoholism. To discover whether what we view actually affects drinking habits, researchers rounded up 80 male university students between the ages of 18 and 29 and plunked them down in a bar-like setting where the students were allowed to watch movies and commercials on TV. The researchers found that men who watched films and commercials in which alcohol was prominently featured immediately reached for a glass of beer or wine and drank an average of 1.5 glasses more than those who watched films and commercials in which alcohol played a less prominent role.

3. TV can make your kid pregnant.  
Teens who watched a lot of TV that included sexual content were twice as likely to get pregnant, according to a study published in Pediatrics. Once a year for three years, Rand Corporation researchers surveyed 1,461 youngsters — ages 12 to 17 at the beginning of the study — about TV-viewing habits and sexual behavior. Boys were asked if they had ever gotten a girl pregnant and girls were asked if they had ever been pregnant. To get a handle on how much sexually charged TV kids were watching, the researchers asked teens if and how often they viewed 23 specific programs.
 
Video: Watching TV leads to heart disease, docs say Another study showed that kids who watch two or more hours of TV a day start having sex earlier, according to a report in the Archives of Pediatric and Adolescent Medicine. Researchers followed 4,808 students for a year. The kids — all ages 15 or younger — had never had sex at the beginning of the study. Among kids with parents who disapproved of teen sex, those who watched two or more hours of TV per day were 72 percent more likely to start having sex by the end of the study. The researchers said they weren’t surprised to find no TV effect among kids with parents who didn’t care about teen sex since those kids were at high risk of early sex anyway.

4. TV weakens your bones.  
Hours spent watching TV can set a kid up for later problems with brittle bones, according to a study published in the Journal of Pediatrics. Until we hit 25 or so, we accumulate bone in a kind of savings account. The more bone we build when we’re younger, the less likely we are to develop the brittle-bone disease osteoporosis.

To see whether TV watching might impact kids’ bone growth, researchers followed 214 3-year-olds for four years. The children’s height and weight were checked every four months, along with their activity levels. At each checkup, parents were asked about their kids’ TV-viewing habits. The more TV kids watched, the less bone they grew, regardless of how active they were at other times.

5. TV makes you less engaging.
 
A recent study found that when the TV is on — even if it’s just in the background — parents interact less with their kids. To learn more about TV’s effects, researchers brought 51 infants and toddlers, each accompanied by a parent, to a university child study center, according to the report published Child Development. Parents and kids were observed for half an hour in a playroom without a TV and then for a half hour with the TV tuned to an adult program such as "Jeopardy!" When the TV was on, parents spent about 20 percent less time talking to their children. And when parents did pay attention to their kids, the quality of the interactions was lower: With a program on in the background, parents were less active, attentive and responsive to their youngsters.


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